Vende estropajos de ixtle a sus 80 años

Don Nacho es un adulto mayor en condición de abandono. Las nuevas generaciones desconocen la utilidad del producto que confecciona. "Paso días sin comer, o comiendo poco, pero no me gusta pedir limosna", comenta  
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Ciudad Victoria, Tamaulipas.- La desdicha de los ancianos desamparados a nadie le importa, por ello los vemos en la calle vendiendo sus escasos productos para conservar la poca dignidad que les queda.



Una frase que enmarca uno de los libros más importantes de la escritora Francesa Simone de Beauvoir, que supo adivinar la vida de los ancianos en las sociedades modernas: "la desdicha de los ancianos es un signo de fracaso de la civilización contemporánea".



Ignacio Rodríguez Medrano llega con su costal de estropajos hasta el lugar que desde hace unos meses escogió para vender las piezas de Ixtle que elabora (frente a farmacia Benavides en la Avenida Miguel Hidalgo de la zona Centro).



Pero la modernidad dejó atrás a Don Nacho porque pocas personas le compran el producto que se utiliza para lavar trastes y para exfoliar la piel durante el baño, uso que ignoran las nuevas generaciones.



El estropajo de Ixtle fue sustituido por el de plástico, las personas pasan cerca de la banqueta pero no se animan a comprar y a Don Nacho le da pena estirar la mano para pedir limosna, como lo hacen muchos en su condición.



El hombre que dice tener ochenta años aproximadamente, no sabe leer ni escribir, tampoco tiene acta de nacimiento, no tiene casa propia y teme que en los próximos días lo echen del lugar donde se queda a dormir.



"Donde duermo es la casa de una hermana en la colonia Revolución Verde, pero ella ya falleció y nadie pagó la casa, pienso que me van a correr muy pronto, no sé la dirección exacta, porque no sé leer, he preguntado a los vecinos y dicen que no tiene nombre".



Los nueve hermanos de Ignacio, 5 varones y 4 mujeres fallecieron ya, aunque tiene sobrinos no lo buscan, su desamparo es completo.



"Un día reconocí a una muchacha que pasó por aquí, es mi sobrina, pero ella no me vio a mí. Yo me vine de Jaumave y nunca me casé, nunca se dio la oportunidad, no nací para eso, creo".



Ignacio se dedicó en su juventud a tallar lechuguilla en su pueblo natal, y a elaborar los estropajos de Ixtle que después vendía en las tiendas de abarrotes, ahora hace lo



mismo, pero no le compran.



Cada pieza cuesta dos pesos, el producto derivado de la planta de lechuguilla lo trae de Jaumave, significa pagar pasaje de autobús y hasta caminar un largo trayecto.



Con problemas del oído y las piernas que se hinchan y le causan dolor, Don Nacho no deja de salir todos los días a su venta informal con la esperanza de ganar unos pesos para la comida del día.



"Paso días sin comer, o comiendo un poco, no me gusta pedir limosna, luego hay personas que me regalan los zapatos, camino mucho hasta la casa y se rompen muy rápido".



Don Nacho requiere de la solidaridad de las personas, si usted lo encuentra en su camino, no dude en darle la ayuda, porque la vida es una rueda, hoy se está arriba y mañana... mañana quién sabe.



"Tengo miedo que me corran de la casa, sólo espero en Dios que no suceda eso, porque tendría que dormir en la calle, tal vez", dice a punto del llanto el adulto mayor.