Que no panda el cunico

Desde siempre, en cada transición sexenal ha sido de lo más normal la incertidumbre y el nerviosismo, que envuelve a los cientos o miles de burócratas de Tamaulipas que tienen plazas de confianza.



El no saber si continuarán o no manteniendo su trabajo, los asfixia, durante semanas o meses, hasta que, o los ratifican o los despiden.



Ese es el infierno emocional que padecen a la vuelta de cada seis años, quienes, por necesidad, la mayoría, y por comodidad unos pocos, han trabajado en el ámbito gubernamental.



Esta vez, sin embargo, esa incertidumbre y nerviosismo es exageradamente mayor. La razón es obvia: se trata de la primera ocasión, en 86 años, de que el PAN será Gobierno en Tamaulipas.

Esos cientos o miles de burócratas, sobre todo directores, subdirectores y jefes de departamento -porque los Secretarios y Subsecretarios saben, de plano, que no tienen cabida- sienten o creen que hoy el riesgo de quedarse sin empleo es mayor que en otras transiciones.



Es normal la preocupación. Cualquiera que vea en riesgo su fuente de ingresos siente miedo, y más en tiempos como los actuales, donde lo que escasea son oportunidades laborales.



Es entendible que, la llegada de un nuevo Gobierno implicará que quienes asuman el mando de las principales áreas vayan a querer rodearse de colaboradores de confianza.



Sin embargo, suponer que el sólo inicio de una nueva administración vaya implicar sustituir a toda la plantilla de personal, parece totalmente desproporcionado.



Queda claro, sí, que quienes deberán tener las maletas listas son aquellos que se han enquistado en las áreas gubernamentales para cobrar un jugoso sueldo, sin hacer nada, salvo que ir al cajero a retirar su pago cada 15 días.



Es natural que se preocupen quienes han usufructuado cargos de primer nivel, con todo los privilegios que ello implica, sin tener más méritos profesionales que ser familiar o amigo de algún político influyente.



Esos son los que tienen que estar intranquilos. Pero son los menos.

Los que no tienen de que preocuparse son aquellos que han sido institucionales. Los que han dejado la mitad de su vida en el servicio público. Los que han escalado posiciones a base de trabajo. Los que se han preocupado por profesionalizarse.

Esos, que son la mayoría, no tendrían por qué preocuparse.



Luego entonces, parafraseando al famoso “Chapulin Colorado”, habría que sugerirles a todos esos cientos o miles de burócratas, “que no panda el cúnico”.



EL RESTO



Para el anecdotario: Cuenta Mayelo, el bolero de los Diputados locales, que la semana pasada, uno de los legisladores lo llamó a su oficina, como cada día de sesión, para que le diera lustre a sus zapatos.



Mientras lo atendía, el diputado comenzó a sincerarse.

“Ya ando bien fastidiado. Me urgen unas vacaciones para irme a descansar”, dijo.

---¿Y a dónde le gustaría irse, diputado?, preguntó curioso, el buen Mayelo.

---Pues no sé, pero quiero irme a un lugar dónde nadie me conozca.

---Pues váyase a su distrito!, le soltó el bolero, provocando, primero el asombro y enseguida la carcajada de su cliente.

Y es que, si, como dice Mayelo, el lugar donde menos conocen a los diputados, es precisamente en su distrito, porque luego de que ganan la elección, rara vez regresan a visitar a sus electores.



ASÍ ANDAN LAS COSAS



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