REFLEXIÓN DOMINICAL

El ritmo de la Liturgia en la Iglesia Católica continúa, con este quinto domingo de Pascua se está a la mitad del tiempo Pascual.

La presencia de Jesús Resucitado en medio de los suyos sigue muy viva, y se está formando la comunidad eclesial. Antes de marcharse, Jesús quiere dejar a sus discípulos bien dispuestos y preparados para predicar el Evangelio, y quiere celebrar el gran misterio de la Redención realizado por el mismo Maestro, sobre todo durante el Triduo Pascual. Él continuará presente entre sus discípulos, y ahora también en su Iglesia, hasta el final de los tiempos.

La Iglesia en su doctrina dice que: “Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica”. Y concreta esta presencia litúrgica en la Iglesia: en el sacrificio de la Misa, en la persona del ministro, en las especies eucarísticas, en los sacramentos, en su Palabra, en la oración eclesial. El Resucitado está siempre en su Iglesia y se hace visible mediante los signos sacramentales. Como se hizo visible en medio de los apóstoles, también se sigue haciendo presente en medio de la asamblea reunida, ya que siempre es verdad que “donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”. La asamblea cristiana se reúne, principalmente, el domingo para celebrar la Eucaristía. Entonces Jesús está en la Iglesia y la gloria de Dios la envuelve. Y la Iglesia es anticipo de la asamblea celestial.

La imagen más completa del pueblo reunido se encuentra, especialmente en la segunda lectura de este domingo, tomada del libro del Apocalipsis, 21, 1 – 5, que habla de la “nueva Jerusalén” que baja del cielo. La presencia de Dios se encuentra con su pueblo y supera todos los males. La unión con Cristo, la comunión de la Iglesia, el don del Espíritu, son elementos básicos de la vida de la comunidad cristiana. La comunión entre Dios y su pueblo se encuentra en la Iglesia, y de manera más explícita en la en la asamblea litúrgica. La Iglesia es, por lo tanto, el nuevo pueblo de Dios, la “nueva Jerusalén”.

El mandamiento nuevo que Jesús da el final del texto evangélico de este domingo Jn 13, 31 – 35, se va consolidando en la vida eclesial de la comunidad. Los sacramentos pascuales del Bautismo, la

Confirmación y la Eucaristía, que se administran abundantemente durante el Tiempo Pascual, hacen crecer a la Iglesia, no sólo en el número de miembros, sino también en gracia de Dios. La Iglesia está viva porque está animada por el Espíritu Santo. La participación en la vida sacramental hace crecer la Pascua hasta llegar a la plenitud de Pentecostés.

El testimonio de los creyentes será creíble si son serviciales y se aman con amor fraterno.

Se puede orar con palabras del Salmo 144: “Bendeciré al Señor eternamente. Que te alaben, Señor, todas tus obras y que todos tus fieles te bendigan. Que proclamen la gloria de tu reino y den a conocer tus maravillas.

Que la gracia y la paz del Buen Pastor, resucitado permanezca con ustedes.