REFLEXIÓN DOMINICAL

En el Evangelio, Jesucristo hace muchas cosas en las comidas, de hecho el primero de sus milagros lo realizó en un banquete de bodas, (Jn 2, 1 – 12) puede ser porque el vino a predicar el Reino de Dios, y en la Biblia muchos textos hablan del encuentro con Dios en un banquete; de hecho la primer lectura de esto domingo, tomada del libro del profeta Isaías habla de un banquete preparado por Dios: “En aquellos días, el Señor del universo preparará sobre este monte un festín de platillos suculentos para todos los pueblos; un festín con vinos exquisitos y manjares sustanciosos”.

A través de las comidas Jesús crea conexiones con los excluidos, libera, sana, trae la salvación.

Los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo del tiempo de Jesús, no entendían el comportamiento de Jesús, así como tampoco entendían lo que es el Reino de Dios.

En el texto del Evangelio de este domingo, Mt 22, 1 – 14, Jesús les cuenta una parábola: El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo”, se puede notar inmediatamente que es algo festivo, una boda, y que lo ofrece alguien que tiene mucho que dar, un rey

Este rey tan bondadoso es Dios; los criados, los profetas y apóstoles; los primeros invitados, el pueblo de Israel. Todo estaba listo para el banquete de bodas. Pero los invitados no quisieron ir. Unos porque se centran sólo en sus cosas o en hacer dinero: “Unos se fue a su campo, otro a su negocio”. Otros porque les irrita la idea de compartir la mesa con gente diferente; “los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y mataron”.

Ante esta repuesta, el rey abre de par en par las puertas de su casa y dice a sus criados: “Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren”.

Aquellos que los criados se encuentran por los caminos, malos y buenos, representan a toda la humanidad a quien Jesús se abre y acoge.

Al final de la parábola Jesús habla de un invitado sin vestido de fiesta, que lo manda sacar. Esto se refiere a que ese invitado no había aceptado a Jesús, no se había convertido. Para entrar en el Reino de Dios hay que convertirse, amar, practicar la justicia, revestirse de Jesucristo.

Para orar se puede orar con palabras de la oración de la misa: “Te pedimos, Señor, que tu gracia continuamente nos disponga y nos acompañe de manera que estemos siempre dispuestos a hacer el bien”.

Que la gracia y el amor del buen Padre Dios les acompañe siempre.