La Feria del Libro UAT 2025, inaugurada por el rector Dámaso Anaya Alvarado, reunió a autores, estudiantes, docentes y curiosos bajo un mismo techo: el del conocimiento.
No fue una feria más —de esas que terminan en discursos huecos—, sino una verdadera celebración de ideas vivas, con más de 200 mil visitantes en sus ediciones y la participación de escritores nacionales e internacionales.
Fritz Glockner, director de EDUCAL, la definió como una “fiesta de libertad, rebeldía e imaginación”. Y tenía razón.
Pero la UAT no solo abre libros, también abre horizontes.
Ahí está la Facultad de Música y Artes, que llevó el jazz de Tampico al mundo con la participación de la trompetista y cantante española Andrea Motis, acompañada por la Big Band universitaria.
Durante el festival, la artista no se guardó los elogios: dijo que la Facultad de Música está “al nivel de las mejores universidades de Europa”.
Y no lo dijo por cortesía, sino porque lo vio y lo escuchó.
Lo que ocurrió en esa plaza de Tampico fue mucho más que un concierto: fue una metáfora del propio estado, que empieza a sonar distinto cuando se mezcla la tradición con innovación.
La UAT, además, demostró que la cultura universitaria también puede defender derechos.
En el Primer Festival Voces, Derechos y Comunidad, celebrado en el campus Tampico, se reunieron académicos y defensores de México, Brasil y España para hablar de paz, inclusión, mediación y equidad.
Un espacio donde el diálogo reemplazó a la imposición, y donde la empatía se volvió el idioma común.
En tiempos donde la crispación política amenaza con ser parte del paisaje, la universidad apostó por algo mucho más subversivo: escuchar.
Y mientras la cultura florece, la ciencia también despega.
Dos proyectos surgidos del programa Amor por la Ciencia, impulsado por la UAT, representarán a Tamaulipas en la Expo Ciencias Nacional 2025.
Uno desarrolla empaques comestibles y biodegradables hechos con fibra de naranja y miel; el otro, un parche biométrico para regeneración ósea.
Detrás de ambos hay niños, adolescentes y mentores universitarios que entienden que el conocimiento no se enseña repitiendo, sino experimentando.
Eso también es educación superior: inspirar antes que instruir.
En solo unos días, la UAT mostró lo que una universidad puede ser cuando combina inteligencia con propósito:
una feria que hace leer,
una orquesta que hace soñar,
una comunidad que hace pensar,
y una ciencia que hace creer.
Todo bajo el liderazgo de un rector que entendió algo esencial: que la universidad no solo pertenece al Estado, sino a su gente.
En Tamaulipas, el conocimiento ya no se queda en los auditorios: se ha convertido en cultura, innovación y ciudadanía.
Pues eso.
