Un día de perros humano

Por algo hay que empezar para poder terminar algo, decía don Abelardo A. Leal Cantú hace sus buenos 60 años, cuando habilitado como agente de tránsito honorario, entregaba a alguno de sus vecinos boletas de apercibimiento por haber cometido en flagrancia una infracción, con la advertencia de que a la tercera la vencida.

Esto quería decir que, a la tercera, el honorario pasaría al Departamento de Tránsito el reporte para que un agente oficial investigara y aplicara una sanción económica al infractor, apoyado tal reporte por testigos.

Alguna vez de niño figuré entre los testigos de cargo, lo que además de la heroica conducta de mi tío, dejó en mí una lección que no he podido olvidar. Hay que hacer ya las cosas buenas por pequeñas que sean.

Igual recuerdan la lección muchos que fueron alumnos de este abogado que nunca se recibió de abogado, pero que fue ejemplar para el gremio al convertirse a sí mismo en un formidable abogado empírico que sentó bases sólidas en el Estado y en el País para el ejercicio del derecho y de la convivencia social amparada por el derecho.

No hay conductas buenas sin significado y mucho menos inútiles o pequeñas. Y alguna vez hay que practicarlas si queremos una mejor convivencia social.

La Alcaldía de San Pedro ha prohibido talar árboles durante los 40 días de la canícula, que oficialmente empezó ayer, pero cuyas altas temperaturas se han presentado este año desde hace varias semanas.

La razón principal de la veda sampetrina es que "la remoción de un árbol en la temporada de canícula aumenta la temperatura de la Ciudad".

Sin duda habrá quien diga que no talar un árbol no evitará el calor. Se equivoca.

En el largo plazo, si todos acatamos la veda, en San Pedro y donde sea, la temperatura eventualmente será controlable. Pero este simple remedio no servirá de nada si empezamos a aplicarlo dentro de 30 o 50 años.

Hay que empezar ya a sembrar para poder sacar algo de la semilla, que se morirá de sed cuando sea sembrada dentro de 20 canículas cada vez más calientes y perras como su nombre.

No hay nada inútil en hacer cosas buenas aunque sean pequeñas en una comunidad. Pero sí lo hay en el acto bueno inoportuno o fallido por tardío.

Hay que empezar ya, pues, como ya lo hacen en Escobedo por ejemplo, donde su Gobierno municipal ya está llevando a cabo un programa policiaco que busca conectar a la Policía con los ciudadanos.

Pero no se trata sólo de perseguirlos, sino de combatir el delito con un criterio de colaboración y contacto directo con la comunidad, enérgico, sí, pero enfocado en el servicio y en la protección personalizada con identidad.

Por eso enfatizo la denominación de programa policiaco, pues lo primero que debemos reivindicar son las palabras que se han vuelto peyorativas.

Eso no debe caber en un programa policiaco de proximidad y de justicia comunitaria, como el que ya desarrolla, aunque parezca poco lo que se ha empezado a hacer, la Alcaldesa de Escobedo, cuyo modelo ha sido llevado a otros municipios e, incluso, a los proyectos policiacos del Gobierno federal actual.

Parece poco en el corto plazo, pero, igual que no talar un árbol en canícula, se volverá un gran paso hacia una mejor comunidad, hacia urbes más humanas y ciudadanos y ciudadanas más felices, al acceder a ciudades para vivir cuyo último hogar se termina de construir al poner el ladrillo inicial del primero, no antes.

Hay que empezar ya, como empezaron en San Pedro al prohibir que un árbol, sólo uno esta vez quizás, sea talado este tiempo de perros y en Escobedo al cambiarle la cara de canícula a la Policía, para que sirva y proteja a los ciudadanos más que perseguirlos.

Las cosas cambian. Cambiemos también nosotros, como cambiaron los infractores de tránsito del área de Dolores cuando yo era niño, gracias a un viejo abogado empírico que no le sacaba a proteger a sus vecinos de ellos mismos.