SÍNDROME DE PODER 

"La historia de la economía es un largo registro de políticas gubernamentales que fracasaron porque fueron diseñadas con un audaz desprecio de las leyes de la economía".

Ludwig von Mises
 
 
La manipulación produce inevitablemente distorsiones en los mercados. Lo vemos hoy en la energía. Desde hace años muchos Gobiernos han venido tomando medidas para castigar la producción y el uso de combustibles fósiles con la buena intención de detener el calentamiento global.

El resultado ha sido limitar la oferta, sin que las energías renovables hayan cubierto las necesidades del mercado, por lo que los precios se han disparado.

El petróleo Brent del Mar del Norte se cotizaba ayer a 80.68 dólares por barril, casi el doble que los 41.90 de hace un año. El gas natural en Estados Unidos alcanzaba 5.64 dólares por millón de BTUSs, 118 por ciento más que un año antes.

Robert Armstrong, del Financial Times, reportaba que los precios del gas natural en el Reino Unido han subido casi 600 por ciento y los del gas natural líquido en Asia casi 500 en seis meses.

Si añadimos los derechos que se pagan en Europa por las emisiones de contaminantes, entenderemos por qué los precios de la electricidad se han disparado en el viejo continente.

La causa inmediata es la recuperación económica, que ha aumentado la demanda de energéticos de manera importante, pero la de fondo es la decisión de muchos Gobiernos de restringir las inversiones en combustibles fósiles. En el caso de Alemania la situación se ha agravado por el cierre de las centrales nucleares de electricidad.

El calentamiento global es una realidad; el mundo debe avanzar hacia la descarbonización; hay que buscar formas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Lo anterior no se logrará, sin embargo, con decretos gubernamentales que no tomen en cuenta las realidades del mercado. Éstos no han reducido las emisiones, pero sí han provocado una brutal crisis energética.

No es inusitado que los políticos intervengan en la economía y tomen medidas que resultan desastrosas; lo hemos visto en las estrategias ecológicas de los Gobiernos europeos.

En la década de 1990 éstos promovieron el uso del diésel para reemplazar la gasolina, diciendo que era más ecológico porque genera menos emisiones de dióxido de carbono; gastaron miles de millones de euros en subsidios y lograron que el número de vehículos diésel en Europa fuera muy superior al de otras regiones.

Sólo con el tiempo entendieron que las partículas de los motores diésel son muy dañinas para la salud; hoy buscan prohibir esos motores que antes impulsaban.

Ahora estamos viendo políticas destinadas a castigar la inversión y el uso de combustibles fósiles. Y están funcionando. La inversión en energía se ha colapsado. Esto ha producido la escasez y los altos precios que hoy están lastimando a las familias europeas.

Los políticos padecen de un persistente síndrome del poder que afecta todas sus decisiones. Piensan que son tan poderosos que hasta los mercados deben obedecerlos. No sorprendería que alguno quisiera abolir la ley de gravedad.

Sin embargo, esto no pasa sólo en Europa. En México el Gobierno piensa que, si prohíbe la inversión privada en energía, bajarán como por arte de magia los precios de la electricidad y la gasolina. Es una idea tan ingenua que provocaría ternura, de no ser tan dañina.

Limitar la inversión en electricidad o en petróleo reduce la oferta y, tarde o temprano, se traduce en escasez y mayores precios. Hoy lo están experimentando los países de Europa. Lo sufriremos también en México si el Gobierno insiste en tomar medidas que restrinjan la inversión en energía.