SE ACABA EL MUNDO

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El más reciente reporte de la Organización de Naciones Unidas sobre cambio climático no deja lugar a dudas: el planeta se está calentando, y lo está haciendo más rápido de lo previsto. Ya no hay más tiempo. Si no se toman acciones drásticas, concretas e inmediatas, la permanencia del hombre sabio, el Homo sapiens, será imposible. Morirán miles de millones de humanos, y los pocos sobrevivientes no tendrán ni las herramientas, ni el medioambiente propicio para reiniciar la especie. Seremos, finalmente, una especie más de las miles de millones que han pasado por el planeta, y acaban en la extinción.

Al planeta, en realidad, le vale madres si nos extinguimos o no. La tierra seguirá girando alrededor del Sol unos 5 mil millones de años más, que es lo que le queda de vida a nuestra estrella. Seremos un leve parpadeo en la historia del universo que, finalmente, nadie conocerá. Además, este destino es inevitable. Pasaría con o sin cambio climático, a menos que el hombre descubriera cómo viajar a la velocidad de la luz, o más rápido. Y ya no nos dará tiempo.

De haber tomado en serio las advertencias de la ciencia, podríamos haber comprado tiempo. No una eternidad, porque la Tierra hubiera cambiado en algún momento, a pesar de nosotros. Lo que es inaceptable es ayudarle, con nuestra impertinente emisión de gases, nuestro descuido con los plásticos, nuestros intereses comerciales inmediatos, al explotar sin misericordia la vida marina, al talar nuestros bosques y selvas tropicales, al tratar, en fin, a nuestro entorno, como a un chiquero.

Ya no hay remedio. Viendo el actuar de nuestra especie todos los días, se puede confirmar fácilmente que conseguir la voluntad política para implementar cambios que serían onerosos para todos, es imposible.

Los políticos del mundo no pueden siquiera convencer a sus ciudadanos de que es esencial vacunarse contra el Covid, y eso que tienen a parientes y amigos muriéndose en sus mismísimas narices. A los que lo intentan, como Macron, Biden o Trudeau, los tachan de autoritarios. Nuestro Presidente, cuya tozudez es legendaria, decide que los conocimientos científicos acumulados en 3 mil años de historia no pueden contra la “fortaleza de la raza mexicana”, y decide recomendar no usar cubrebocas, imponer clases presenciales y quemar carbón, y más carbón, mientras destruye selvas con trenes fantásticos, y destroza manglares construyendo una refinería que nadie usará. Este hombre está al frente de un país con más de 100 millones de habitantes, y no cambiará, porque su resentimiento interior le impide aceptar los estudios científicos de la ONU. Total, en esas universidades sólo se aprende a robar. Resultado: conservadoramente, 400 mil muertos.

Me gustaría decirles que aún estamos a tiempo. Que si todos cambiamos un poco nuestro estilo de vida, estamos a tiempo de revertir la tragedia. Les mentiría. Como especie, no somos capaces de cambiar nuestro estilo de vida. Y ya no hay tiempo. Los cambios en la atmósfera, los comportamientos del clima, la pérdida cada vez más aguda de los grandes glaciares de los polos, hacen inminente el incremento en los niveles del mar.

Con ese puro detalle, ¿se imaginan cómo se pondrán las cosas cuando las ciudades costeras empiecen a inundarse? Habrá crisis humanitarias por todo el mundo. Refugiados buscando vivienda y comida, no sólo en el tercer mundo. Tendrán que evacuar Miami, Nueva Orleans y hasta Nueva York. No exagero.

Lean el reporte de la ONU. Y luego decidan qué hacer con el resto de su vida. La suerte de estar vivo en este momento de la historia universal es ya sacarse la más grande de las loterías. Usemos lo que nos queda de vida en el planeta de la mejor manera posible, y abracen a sus seres queridos. Habrá pocas generaciones futuras que lo puedan hacer.