Ruido y furia: el nuevo cisma

Este encabezado es, en realidad, el título de una novela del afamado escritor estadounidense William Faulkner (The Sound and The Fury). Sin embargo, reconozco sin recato alguno el plagio porque resume con precisión lo que acontece hoy en México.

Sorprende la reacción del Presidente López Obrador a la postergación de su deseada y, al parecer, necesitada consulta electoral para obtener una “ratificación” de su base electoral, junto a las amenazas extremas e irracionales de su partido por destituir a los Consejeros del INE, Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, por considerar que osaron herir la vanidad presidencial. Es una respuesta excesiva, algo histérica y una deplorable admisión de la propia debilidad presidencial y su partido.

El Presidente adjetivó vulgarmente una decisión del órgano electoral que goza de la confianza y las simpatías mayoritarias de las y los mexicanos por su seriedad y objetividad. Es a partir de una decisión tomada por el propio Presidente de restringir el financiamiento justamente al órgano que tendría que organizar una consulta constitucional con suficientes recursos presupuestales para ser serio, legal y concluyente lo que precipitó la crisis que hoy enfrentan al INE con el Presidente..

Morena le negó, con la mayoría que ostenta en la Cámara de Diputados, suficientes recursos presupuestales al INE para llevar a buen término la consulta revocatoria. Sabía lo que hacía y el efecto negativo que tendría sobre el desarrollo de la consulta, pero, a pesar de las advertencias, lo hizo. Lo que no esperaba es que el INE se resistiera a su intentona golpista desaseada y de buscapleitos.

Y ahora que el INE se niega a aceptar la imposición de un Presidente que lo quiere todo, y a su manera, el oficialismo se lanza con todo el ruido y furia posible, amenazando al órgano constitucional con su destitución y juicio político. Es decir, amenazan con la destrucción y destitución de un órgano electoral autónomo por discrepar con sus opiniones y decisiones.

El Presidente y su partido podrían legítimamente expresar su desacuerdo con la decisión, pero acatarla por su carácter legalmente procedente.  También podrían simplemente anunciar que impugnarán la decisión por las vías  institucionales y legales vigentes. Eso sería lo democrático.

Pero, en vez de eso, amenazan a dos Consejeros con aplicar todo el peso de la fuerza política del Estado y el presidencialismo metaconstitucional para aplastarlos.

Se anuncia que procederán a promover juicios políticos y persecución política por la decisión tomada. Y que quede claro: la furia y ruido emitido por el oficialismo es porque la decisión hiere al frágil proyecto político y ego presidencial. Increíble, pero cierto.

Obviamente con este enfrentamiento entre López Obrador y el INE se abre un nuevo cisma en la sociedad mexicano, donde la furia del Estado y su partido se desatará contra amplios segmentos de la sociedad. Las amenazas empezaron desde antes de la votación en ese órgano electoral, advirtieron de persecución política si se postergaba el evento. Ni las súplicas de que el propio Presidente de la República podría “reasignar” esos recursos al INE para llevar a buen término la consulta tuvieron efecto.

El Presidente quiere su consulta y que no le cueste nada. Ahí es donde se equivoca. La democracia cuesta, en términos presupuestales y también en cuanto a la política y la capacidad de sus actores de comportarse como sujetos relativamente racionales y adultos. Mantener y profundizar la democracia implica costos, como lo es la creación de órganos autónomos capaces de vigilar, reclamar y corregir acciones de gobierno que se desvían de los estándares  internacionales de transparencia y la rendición de cuentas.

López Obrador siempre ha promovido “consultas populares” sin ninguna validación creíble de sus resultados, donde el resultado siempre le favorece. A partir de esas supuestas “decisiones populares” subió el precio del Metro en la Ciudad de México, canceló aeropuertos, además de rechazar inversiones del capital privado y proclamar que la democracia directa y “popular” es la mejor acompañante del gobernante. Su siguiente paso será imponer, “por decisión popular”, la desaparición del INE y la creación oficial (porque ya existe en la práctica) de un gobierno de coalición entre Morena y las Fuerzas Armadas. Es decir, un gobierno cívico-militar.

Mexicanas y mexicanos: abróchense sus cinturones de seguridad porque viene una turbulencia política, económica y social que jamás  habíamos pensado que podría llegar a nuestro país. El conflicto INE-López Obrador apenas inicia.

Ojalá la oposición, en vez de mirarse únicamente al ombligo, pudiera ver la dimensión del peligro que corremos con claridad para trabajar unida con el único objetivo de evitar la destrucción total de la nación. Aunque atestiguando las posiciones divergentes que toman los legisladores opositores a la hora de votar en los órganos legislativos es difícil concluir que reflejan o proyectan mucha conciencia del drama nacional. Lo confieso: deseo que ocurra la sólida decisión de unirse en torno a la salvación nacional, pero soy escéptico de que estén a la altura de lograr la unión en tiempo y forma para rescatar a México de su autodestrucción.