RAMÍREZ DE LA O

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ROGELIO RAMÍREZ DE la O es un lobo solitario y de pocos amigos. Siempre supo que sería secretario de Hacienda. Tenía un perfil como pocos: economista por la UNAM con doctorado en Cambridge.

Los estudios en la principal universidad pública del país y la formación en la cuna del keynesismo eran lo que más valoraba Andrés Manuel López Obrador. Pero Ramírez de la O nunca se decidió a ser el secretario.

En 2004, siendo jefe de Gobierno del DF, Ramírez de la O empezaría a acercarle a empresarios. Los recibía en su casa de Las Lomas. Dos personajes más lo ayudaban: Adolfo Hellmund y Juan José Paullada.

Para 2007 Hellmund era ya el gran enlace de López Obrador con los hombres del dinero y las finanzas. Toda la experiencia, conocimientos y contactos que como brazo derecho de José Ángel Gurría en la renegociación de la deuda externa adquirió, los puso a su servicio.

Hellmund apostó su capital financiero y político a AMLO en las campañas de 2006 y 2013. Pero en 2015 su relación se rompió cuando rechazó ser candidato de Morena a gobernador por Tamaulipas.

Otro detalle que el tabasqueño no le perdonó ni a Hellmund ni a Fernando Turner fue sumarse al equipo de Jaime RodríguezEl Bronco. El primero como asesor financiero externo y el segundo como secretario de Desarrollo Económico.

Para la tercera campaña, Alfonso Romo se quedó con toda la información y relaciones con el sector empresarial que Hellmund, Ramírez de la O y Paullada recopilaron. Ambos, Romo y Hellmund, son hoy día muy amigos y cercanos.

En la travesía por la presidencia los tres fueron sus economistas. El Proyecto Alternativo de Nación lo escribieron Ramírez de la O en la parte macroeconómica, Hellmund la de energía y Paullada en la fiscal.

El problema fue cuando López Obrador le dio a Romo la responsabilidad del tercer tomo de ese proyecto y éste distribuyó los capítulos entre sus cercanos, algunos impresentables para el ahora inquilino de Palacio Nacional.

La banca de desarrollo, por ejemplo, se la encomendó a Jacques Rogozinski, excompañero suyo en el Colegio Patria. A Ramírez de la O nunca le gustó ese detalle. Pero Romo ya estaba bien metido con López Obrador.

El recién designado secretario de Hacienda se empezaría a desmarcar. Para noviembre de 2017 de plano mandó el mensaje de que no iba a participar en la tercera campaña a la Presidencia.

Y es que el equipo económico no era de su agrado: con Romo, Carlos Urzúa y Gerardo Esquivel no había empatía, Hellmund ya había sido defenestrado y otros, como Esteban Moctezuma, se incorporaron. En enero de 2018 comunicó formalmente que no participaría en la campaña.

Pero aun así, cuando López Obrador ganó la presidencia, lo llamó para ser el secretario de Hacienda, y la declinó. Tuvo que pasar prácticamente la primera mitad de gobierno de la 4T, ya sin Romo, Urzúa y Esquivel, para que terminara aceptando.

Sin embargo, Ramírez de la O no está pudiendo armar su equipo. Un tanto porque suele trabajar solo y un tanto porque, otra vez, López Obrador lo está limitando. Dos candidatos que traía para que lo acompañaran se le vinieron abajo.

De nueva cuenta Adolfo Hellmund, a quien quería de subsecretario, se lo vetó el presidente, por lo cual tuvo que mantener a Gabriel Yorio. El otro, Alejandro Reynoso, que ya había aceptado, se le echó para atrás en el último momento.

ESTA SEMANA SABREMOS si el concurso mercantil de Altán Redes es preacordado o habrá pleito con Nokia, Huawei y el China Development Bank, los acreedores que aún no se alinean a una negociación ordenada. Es probable que transite esta última opción, pues se conoce que han contratado como abogados internacionales a Linklaters, una firma que recién inició operaciones aquí y que es encabezada por Alberto García Linera. Se trata de un bufete conciliador. Altán a su vez está bien pertrechado. Su abogado corporativo es Juan Manuel González, de GreenbergTraurig, y el concurso lo lleva Del Castillo y Castro, de Fernando del Castillo y Alfonso Castro. A su vez Nafin-Bancomext y Banobras, o sea el gobierno de la 4T, lo representa Alonso Rivera Gaxiola.

PUES TODO INDICA que los pilotos de Aeroméxico, efectivamente, vendieron en unos 67 millones de dólares sus derechos de acreedores. El comprador fue una empresa domiciliada en Luxemburgo, que pagó cerca de 268 millones de dólares a Barclays. El precio de esa reclamación a que tenía derecho ASPA, como aportación a la reestructura financiera de la empresa que comanda Andrés Conesa, equivalía a 316 millones de dólares y solo es de Aerovías. El gremio que lidera Rafael Díaz Covarrubias vendió castigadísimo, presionado por la propia circunstancia de insolvencia que viven sus pilotos, cuyos sueldos se redujeron a la mitad. Sobre todo los mil 75 que están en el Contrato B y que ya deben hipotecas, créditos automotrices y hasta colegiaturas de sus hijos.