Polarizante Trump

"El mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante promedio".

Winston Churchil

"¡Detengan el conteo!", pidió ayer por Twitter el propio Presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

No parece haber una medida más antidemocrática que impedir la cuenta de los votos que los ciudadanos han emitido de buena fe para elegir a sus gobernantes. La exigencia revela de cuerpo entero el carácter del actual mandatario. La democracia es para él un simple pretexto, al que hay que acudir sólo con el ánimo de alcanzar el poder o mantenerse en él.

El nulo talante democrático, sin embargo, no le ha hecho mella políticamente a Trump, un hombre que llegó a la Presidencia de Estados Unidos sin una carrera política previa.

Es verdad que de continuar la actual tendencia saldrá derrotado en la elección presidencial de este 2020, aunque sus maniobras legales pueden comprarle tiempo o votos; pero nadie puede pensar que los más de 68 millones de ciudadanos que sufragaron por él pueden simplemente descartarse como si no hubieran existido

No sólo fallaron los encuestadores que pensaron que Biden ganaría la elección presidencial por amplio margen, que no previeron una competencia tan cerrada como la que hemos presenciado; también falló el Partido Demócrata en la oposición, que siempre ha querido presentarse como representante de la clase trabajadora, pero que ha sido incapaz de entender los reclamos de una clase media baja de raza blanca que se siente abandonada por unos políticos demócratas cada vez más políticamente correctos y elitistas.

A quienes votan por los candidatos demócratas les resulta incomprensible el sufragio por Trump. Lo ven como un impresentable racista y sexista. Y quizá tienen razón. Pero no están entendiendo los agravios y temores de una población trabajadora que se siente discriminada por trabajar, pagar impuestos y ser de raza blanca.

Los políticos y los analistas han subestimado siempre a Trump. Lo hicieron a lo largo del proceso de 2016, pensando que sus escándalos, como los acosos a mujeres o la falta de pago de impuestos, acabarían con su candidatura. Pero ningún escándalo ha sido suficiente para disminuir el respaldo electoral al Presidente.

En 2016 Trump recibió casi 63 millones de votos. En este 2020, aunque no se han terminado todavía de contar los votos, ya lleva más de 5 millones adicionales. Los cuatro años de Gobierno de Trump no lo debilitaron, lo fortalecieron, aunque es verdad que también impulsaron a la oposición demócrata. Trump, como sabemos, polariza.

Parte del atractivo de Trump para la clase trabajadora es precisamente las características que lo alejan de la élite educada que domina al Partido Demócrata. Su vulgaridad, su falta de coherencia y su soberbia no ahuyentan al elector de las clases populares, lo atraen.

No deja de ser paradójico, sin embargo, que el Partido Demócrata, que dice velar por los pobres, sea rechazado por ellos, mientras que el Republicano, supuestamente promotor de los ricos, ha encontrado en Trump el camino a esa clase media baja tan importante en un proceso electoral.

Todo parece indicar que Trump saldrá derrotado por estrecho margen en el actual proceso electoral. En lo personal lo celebro, porque estoy convencido de que Trump es un hombre con un fuerte desequilibrio personal. Ha sido un pésimo Presidente.

Pero no hay duda de que ha sabido comunicarse con una parte muy importante de la sociedad que no se siente representada por los políticos tradicionales. En ello hay una lección política importante para quien quiera escucharla.