Platos, lunas y truchas

Gabinete de Comunicación Estratégica, ha dado a conocer los resultados de su última encuesta nacional telefónica, mediante la cual mide el desempeño y la confianza que se tiene en el gobierno de López Obrador, que nos remiten a un conocido y atinado refrán popular.

La firma que dirigen Liévano Sáenz y Federico Berrueto, realizó el estudio el 24 y el 25 de marzo, y forma parte de los reportes mensuales que evalúan el desempeño presidencial, como en su momento lo hicieron con los anteriores mandatarios del país.

No es lo mismo estar del lado de la barra en donde se sirven los tragos y se escuchan las cuitas del parroquiano con paciencia tibetana, con una sonrisa y abundante botana para que regresen, que estar del otro lado despotricando y buscando pleito a los demás achispados de la cantina.

Viene a cuento lo anterior, porque durante 18 años y desde la oposición, un político mexicano se mantuvo en campaña permanente para llegar a Palacio Nacional, señalando errores a tres Presidentes y cuestionando el desempeño de las instituciones mexicana, a las que un día mandó al carajo.

Hasta que en 2018, después de perder dos elecciones presidenciales, una con el PAN y la otra contra el PRI, por fin Andrés Manuel López Obrador logró lo que tanto tiempo buscó: portar la Banda Presidencial.

Con un proyecto populista de izquierda, polarizó a la sociedad en dos bandos, culpó a las élites en el poder de todos los males habidos y por haber, encarnó como líder mesiánico los deseos del pueblo bueno, descalificó a los medios de comunicación y a sus adversarios políticos, supliendo la representación popular y las leyes, por ejercicios balines de consulta popular.

El momento populista que vive el planeta, lo encumbró con millones de votos y un alto índice de popularidad, como a Donald Trump en USA y su populismo de derecha, pero conforme fue ejerciendo el poder y tomando decisiones, que implica favorecer a unos a costa de otros, el bono de aceptación de López Obrador viene en picada, como lo reflejan diferentes mediciones.

Después de alcanzar su pico más alto en febrero de 2019, en cuanto a opinión favorable, confianza en su mandato y aceptación de su gobierno, con 80%, 68% y 83%, respectivamente, el ejercicio del poder presidencial ha tenido un efecto corrosivo en estos porcentajes.

Van los números de finales de marzo de 2020: la opinión favorable de López Obrador cayó 43 puntos en dos años, para ubicarse en 37%, mientras que la confianza en su mandato cae 26 puntos, al quedar en 42%, y la aceptación de su gobierno se desploma 36 puntos, ubicándose en 47%.

En contraparte, el descontento, la desconfianza y el rechazo han crecido en el mismo periodo marzo/2019-marzo/2020, al pasar de 11% a 25%, de 30% a 54% y de 20% a 47%, respectivamente, de acuerdo a la última encuesta de Gabinete de Comunicación Estratégica.

Y como la intención del voto por Morena, guarda una alta dependencia de la popularidad de López Obrador, el efecto del desgaste presidencial impactará tarde que temprano, al partido en el poder rumbo a la elección intermedia y a los comicios locales de 2021, en donde estarán en juego 15 gubernaturas, lo cual no es peccata minuta.

Si la economía mexicana entra en recesión al salir del túnel del COVID-19, como lo anticipa la SHCP en los Pre criterios de Política Económica 2021 que remitió a la Cámara de Diputados el miércoles pasado, la desesperación por el cierre de millones de fuentes de  empleo y la pérdida del ingreso familiar, afectará las coordenadas que orientan al votante nacional.

La experiencia señala que los platos rotos que provoca una crisis económica, los paga el partido que ejerce el poder en el gobierno federal, como Zedillo y el PRI en la intermedia de 1997, después de la crisis financiera que provocó el error de diciembre de 1994, o Calderón y el PAN en la elección intermedia de 2009, tras la crisis financiera de 2008.

Es decir, la pandemia del coronavirus terminará la luna de miel de la 4T, con una buena parte del electorado mexicano, con la posibilidad de que esta resta le quite a Morena la mayoría en la Cámara de Diputados.

Siempre y cuando la oposición se ponga trucha y capitalice el malestar en las urnas.