NUEVA ERA

Escribo esto en las últimas horas del gobierno de Donald J. Trump; usted lo leerá en las primeras de Joe Biden, Jr. Poca distancia en minutos, una diferencia abismal en orientación.

Hemos comentado mucho acerca de Trump en esta columna. Empezando por su candidatura, desde las márgenes de la política, construida con base en la agresión y el insulto. Seguimos cuando hubo noticias relevantes para México y el mundo: el muro, la ruptura con los aliados, el enfrentamiento fácil pero inútil con China, el acercamiento con Putin. También aprovechamos para enfatizar los paralelos con nuestro Presidente: la mentira, la descalificación del adversario, la falta de respeto por la ley y las instituciones.

Trump es uno de los pocos presidentes estadounidenses que no logra reelegirse, y es quien acumula más procesos de desafuero (impeachment) en su contra. Un poco en broma, se insiste en que él sólo suma la mitad de esos juicios en la historia de Estados Unidos. Nunca pudo alcanzar más de 50 por ciento en aprobación, y cierra su gobierno por debajo de 40 por ciento. Nunca ganó el voto popular, y en 2020 ni siquiera el voto electoral. Políticamente hablando, fue un fracaso.

En materia económica, no hizo mucho para impulsar la actividad en su país. Bajó impuestos, especialmente a los más ricos, pero eso no modificó la trayectoria en que se encontraba la economía estadounidense. El ritmo de los primeros años de su gobierno no es diferente del que existía antes, con Obama. Frente a la pandemia reaccionó inicialmente con un buen paquete de ayuda, pero se negó a impulsar el segundo, para complicarle la vida a su sucesor. Creo que también es un fracaso en materia económica.

Sin embargo, es en la parte social en donde realmente fue trágico el periodo de Trump. Desde la campaña amenazó con encarcelar a Hillary Clinton, y promovió teorías de conspiración no sólo absurdas, sino criminales, como la que dio origen al grupo ahora denominado QAnon: acerca de una pizzería en Washington en el sótano de la cual se hacían orgías y sacrificios humanos con niños. Tal vez usted no lo recuerde, pero al inicio del gobierno de Trump hubo incluso quien atacó la pizzería de la conspiración.

Con base en la mentira permanente logró que la información en medios fuese cada vez menos creíble, y con ello sus exabruptos fueran considerados menos absurdos. Gracias a eso, pudo impulsar el racismo oculto de millones de estadounidenses. Todos aquellos que controlaban ese defecto se sintieron empoderados para externarlo. Lo dijo en varias ocasiones: hay buenas personas en ambos lados. En materia social Trump no fue un fracaso, fue una tragedia.

El impulso al racismo fue acompañado por buena parte del Partido Republicano, y por diversos medios estadounidenses, especialmente Fox News. Aunque algunos de ellos están abandonando a Trump en su caída, no creo que deba olvidarse su promoción del racismo y el odio. Donald Trump merece la ignominia, lo mismo que sus facilitadores.

Pero cuando usted lea esto, Joe Biden estará convirtiéndose en el presidente número 46 de Estados Unidos. En una toma de posesión desangelada, por el Covid, y rodeado de la mayor seguridad en toda la historia de ese país, debido a los intentos insurreccionistas de Trump. Será sin duda otra época, pero inicia con esta marca que no será sencilla de borrar. El daño que ha hecho Trump no es menor. No alcanzó a destruir la institucionalidad de Estados Unidos, pero estuvo cerca. En otra nación con menos tradición democrática, hablaríamos de otras cosas.

Sigo pensando que falta un buen trecho para remontar este momento de miedo y angustia. Pero sin duda es mejor hacerlo con Biden que con Trump.