Multilateralismo en riesgo

Hace tres décadas, el mundo vivió con entusiasmo el avance de la democracia como forma de gobierno y de convivencia social.

También experimentó en el sistema internacional la influencia y el protagonismo de las instituciones multilaterales, como la ONU, el FMI o la OMC.

La creación de la Unión Europea y la suscripción de múltiples acuerdos comerciales imprimieron un fuerte impulso a la regionalización y al multilateralismo comercial.

Esa dinámica despertó el entusiasmo de políticos, analistas y organismos internacionales, que consideraron que tales procesos tendrían una larga existencia y sentarían las bases de la estabilidad, el desarrollo y la paz globales.

Eso ocurrió entonces, pero actualmente las demandas de algunos movimientos sociales y las posturas y acciones de diversos líderes políticos hacen cimbrar los cimientos de ese orden democrático y del sistema multilateral que surgió tras la Segunda Guerra Mundial.

Bajo el mandato de Donald Trump, por ejemplo, Estados Unidos se retiró a finales del 2018 de la Unesco, arguyendo la necesidad de que la institución se reforme y acusándola de tener un "continuo sesgo contra Israel". Tal medida fue secundada por este país.

Ese año, la Casa Blanca también recortó su financiamiento a la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos), advirtiendo que lo reactivaría si ésta llevaba a cabo reformas y suspendía lo que calificó de enseñanzas "de contenidos antiisraelíes y antiestadounidenses en sus escuelas".

En el 2017, Estados Unidos igualmente anunció su decisión de abandonar el Acuerdo de París sobre Cambio Climático, el cual se formalizará en noviembre del 2020.

El peso de Estados Unidos en el tablero político internacional hace que estas medidas repercutan negativamente en el sistema multilateral. Pero ni este país ni Israel son los únicos en montarse en la ola que pone al multilateralismo contra las cuerdas.

En Rusia, Vladimir Putin ha ido más lejos. En el contexto de los cambios políticos constitucionales que quiere emprender para fortalecer su posición ante las elecciones presidenciales del 2024, afirmó recientemente que la legislación rusa deberá prevalecer sobre las normas y exigencias del derecho y los acuerdos internacionales suscritos por su país.

Esa postura pareciera buscar contraponer el derecho interno con las obligaciones asumidas al firmar acuerdos internacionales para justificar su incumplimiento, algo grave en cuestiones como los derechos humanos, sistemáticamente violados por el régimen.

Hay que recordar que cuando un Estado celebra un tratado se obliga a cumplirlo de buena fe y asume una responsabilidad ante su quebrantamiento.

Esto es importante en asuntos que eran considerados de competencia interna de los países y han cobrado relevancia global gracias a la creciente cooperación internacional o la presión de la sociedad civil.

Entre ellos están los derechos humanos, los refugiados, las migraciones, el trato a los prisioneros o los delitos internacionales, pero también los denominados bienes comunes mundiales, como el medio ambiente, el desarrollo sostenible o el comercio internacional.

El derecho internacional plantea su prevalencia sobre el derecho interno, con la prescripción de que al suscribir un tratado, el Estado introduzca en su derecho interno las modificaciones necesarias para asegurar la ejecución de las obligaciones asumidas.

La postura de Putin anticipa un cambio en esa práctica, y de formalizarse representaría un golpe severo al multilateralismo.

Cambios similares ocurren con el tema de la democracia, convertida en países como Rusia o Venezuela en una fachada política que en ocasiones se reduce al ejercicio formal de las elecciones sin que se respeten y promuevan otros principios y valores de ese sistema, como el equilibrio de poderes, las libertades o la pluralidad política.

Habrá que estar atentos para confirmar si presenciamos transformaciones dentro del multilateralismo y la democracia o si estamos ante el fin de una época.