Los nuevos licenciados

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Hace un par de años, un intrépido cibernauta se atrevió a pasar de la pantalla a la realidad. Aprendió a nadar con un tutorial en internet y puso a prueba sus conocimientos en Puerto Escondido, con el resultado de que estuvo a punto de ahogarse. Quizá sólo se salvó porque lleva un nombre que ayuda a caminar sobre las aguas: Jesús.

Menciono la anécdota porque la mayoría de los candidatos a las próximas elecciones parecen tan capacitados para la tarea como el hombre que aprendió a nadar por internet y, como él, no disponen de otro salvavidas que su nombre.

En los tiempos del Partido Único, los candidatos eran señores (rara vez se incluía una mujer) vestidos con traje color ratón o guayabera que hablaban en el tono de quien considera que el sonsonete es una forma de la emoción, y se servían de verbos incómodos ("coadyuvar" o "cumplimentar") para mostrar que el esfuerzo de pronunciarlos supera al de aplicarlos.

Quienes obtenían cargos recibían el trato de "licenciados". Esto en modo alguno dependía de las universidades, que expiden títulos sin garantizar trabajos.

Cuando Plutarco Elías Calles llamó a pasar de la política de las armas a la política de las instituciones en 1928, sentó las bases para el México moderno. Los generales que habían ganado su rango en el campo de batalla cedieron su puesto a los licenciados que lo ganaron en las intrigas de oficina. De unos improvisados se pasó a otros.

Durante 71 años el Partido Único gobernó con distintos nombres. Mi generación lo conoció con el más sorprendente de todos, el de la Revolución Institucional. Después de tantas promesas incumplidas, el PRI reconocía en su nomenclatura que la justicia es un trámite infinito.

Para pertenecer a la Gran Familia Revolucionaria los licenciados dependían de la grilla, el arte de conspirar por la patria. Como nadie puede intrigar en soledad, había que tener contactos.

Un licenciado sin compadres era un rifle sin balas. La red de relaciones brindaba una herramienta básica: la palanca. No llegabas a secretario de Pesca por conocer la fauna marina, sino por recomendación.

La cultura del compadrazgo era tan fuerte que no pasaba por la pila bautismal. Todo mundo tenía compadres simbólicos e incluso imaginarios.

La elección decisiva ocurría en la mente del mandatario. Las "fuerzas vivas" ponían a su disposición a varios "tapados", el índice presidencial señalaba a uno de ellos y una onda expansiva recorría el país entero. La gente preguntaba: "¿Cómo te fue de destape?". Ser compadre del masajista del secretario particular del candidato oficial equivalía a pegarle al premio gordo de la lotería.

Esta estructura patrimonial, que Octavio Paz bautizó en forma indeleble como el "ogro filantrópico" -monstruo que concede favores- fue puesta en entredicho cuando las luchas ciudadanas lograron que el IFE (ahora INE) se hiciera cargo de elecciones confiables. Quienes participamos en la creación de partidos (en mi caso el PMT) creímos en forma ilusa que esto llevaría a elegir a personas magníficas. Sabemos que no fue así.

¿México mejoró para mal? ¿Estábamos mejor contra el PRI?

Dejemos la comparación a los historiadores y pasemos a la rabiosa actualidad del periodismo. ¿Quiénes son los nuevos licenciados? En su mayoría se trata de inexpertos que obtuvieron cierta fama en sitios tan alejados de la gestión pública como los certámenes de belleza, las canchas de futbol, la televisión o el cuadrilátero de la lucha libre. El abastecimiento de agua y la seguridad pueden quedar en manos de alguien sin más mérito que un nombre que se desgastó lo suficiente para descender a la política.

En este panorama no faltan profesionales de la grilla. Aunque enfrenta acusaciones de violación, Félix Salgado Macedonio podría contender por la Gubernatura de Guerrero. Ex Alcalde de Acapulco, de larga trayectoria en el PRD (partido que gobernaba el estado cuando ocurrió la desaparición forzada de los estudiantes de Ayotzinapa) y actual militante de Morena, Salgado Macedonio no representa un regreso al pasado, sino a las cavernas, a la "tenebra" y las negociaciones "en lo oscurito" que la izquierda burocrática ha aprendido del PRI.

Su presencia en la boleta electoral sería tan vergonzosa que casi justificaría a otros candidatos, los neófitos cuya única virtud es que aún no han podido decepcionar como políticos.