La verdad a secas

"Fueron poniendo leños, madera, tablas.
Luego les echaron diésel y los quemaron".

Alejandro Solalinde
 
Yo mismo cuestioné en su momento el concepto de "verdad histórica". El término sonaba a dogma cuando toda investigación debe estar abierta a nuevos indicios.

Parecía cerrar la búsqueda de la verdad, la verdad a secas, sobre lo sucedido en Iguala la noche del 26 al 27 de septiembre de 2014.

Varios abogados me han aclarado, empero, que "verdad histórica" es un término jurídico.

"Dentro de un proceso penal inquisitivo", me escribe uno, "vigente en México hasta antes de la reforma que dio origen al sistema adversarial acusatorio, consiste en la labor llevada a cabo por el Ministerio Público a efecto de allegarse de evidencia y elementos probatorios para explicar y reconstruir lo sucedido tal como ocurrió. Es la búsqueda de una realidad que al ser elevada al conocimiento de un juez y generar convicción da lugar a una verdad legal".

Otro me explica: "Verdad histórica era un término para diferenciar la averiguación previa de la sentencia que se definía como la verdad legal".

Para los actuales funcionarios la verdad histórica del caso Iguala es anatema, en parte porque la reducen a la quema de los cuerpos en Cocula.

Alejandro Encinas, Subsecretario de Derechos Humanos de Gobernación, ha dicho que esta quema "es la parte medular de lo que hay que redefinir en la investigación y es el meollo de la mentira histórica".

Lo relevante de la verdad histórica, sin embargo, no es la quema de los cuerpos, sino el secuestro de los normalistas por policías municipales y su entrega a criminales para su asesinato. Algunos de los cuerpos fueron al parecer quemados en el basurero de Cocula, pero éste no es el meollo de la historia.

Hay testimonios y otras pruebas de que decenas de estudiantes fueron llevados a Cocula apilados en camionetas de redilas en las que algunos murieron sofocados. Otros fueron asesinados al llegar. Por lo menos algunos de los cuerpos fueron quemados en el basurero municipal y los restos arrojados al río San Juan.

La primera versión de los hechos provino del padre Alejandro Solalinde, un feroz crítico de los Gobiernos del PRI y del PAN, quien la escuchó de un testigo presencial.

"Los llevaron a un lugar donde los hicieron caminar. Ahí habían (sic) varias fosas. Los colocaron. Fueron poniendo leños, madera, tablas. Luego les echaron diésel y los quemaron".

Los líderes de Ayotzinapa, sin embargo, le exigieron silencio, porque sólo ellos eran "voceros" de los padres de los normalistas. Lo acusaron de "falto de tacto y protagónico". No querían una versión diferente a la que ellos sostenían: una acción del Estado, a través del Ejército, para secuestrar a los normalistas y encerrarlos en mazmorras militares.

Pese a las críticas, la verdad histórica sigue siendo la versión más probable de lo sucedido. Los estudiantes fueron secuestrados y asesinados, y algunos quemados en Cocula. Hoy se está investigando si otros fueron ultimados en el basurero de Tepecoacuilco, pero esto no cambia el sentido de la verdad histórica.

No hay, por otra parte, señales de que el Ejército tenga o haya tenido a normalistas en mazmorras clandestinas.

Aún hay dudas importantes sobre lo ocurrido hace cinco años. No sabemos todavía por qué los normalistas fueron enviados a Iguala. Quizá detrás de esta pregunta sin respuesta se encuentra la clave del rechazo de la verdad histórica por los líderes de Ayotzinapa.