LA VENGANZA

Querida Frida, Fridita de mi corazón:

Te tengo una súper noticia. Algo que nunca te hubieras imaginado en tu vida. Es tan buena, pero tan buenísima, que no sé por dónde empezar. Escúchame bien, Frida, pon atención a lo que te voy a decir: hoy, en todos los diarios y revistas de arte del mundo, publican lo siguiente: "Un autorretrato de Frida Kahlo con su esposo, el artista Diego Rivera, se vendió el martes en una subasta por 34.9 millones de dólares, el precio más alto jamás pagado por una pintura de un artista latinoamericano". Sí, sí, lo que acabas de leer es la neta del planeta, como decimos ahora. Diego y yo se vendió en la casa de subastas Sotheby's, en Nueva York, por 726 millones de pesos. Sí, leíste bien, mi queridísima Frida. Ahora sí, ¡¡¡te volaste la barda!!!

¿Te acuerdas que al reverso de tu pintura escribiste una dedicatoria que dice: "Para Florence y Sam con el cariño de Frida"? ¿Que quién lo compró? Un coleccionista argentino, seguramente multimillonario, llamado Eduardo Constantini, fundador del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Tu obra es para su colección privada. ¿Te das cuenta que pujó por teléfono a través de Anna Di Stasi, directora de Sotheby's para América Latina? ¿Y qué crees, mi admirada Friducha? Él también es dueño de tu pintura: Autorretrato con chango y loro, por la cual pagó 3.2 millones de dólares. Ese sí que es un admirador. Si llegara a colocarla de manera permanente en el Museo de Arte en Buenos Aires, estoy segura de que se convertirá en un fenómeno de visitas de todo el mundo, semejante a las que recibe La Mona Lisa en el Louvre.

No te rías... mejor sí, ríete, ríete a carcajadas porque, si hacemos comparaciones, la pintura Los Rivales, una de las más caras que ha vendido Diego Rivera, fue subastada en Christie's por un precio de 9 millones 762 mil 500 dólares. También está la del Baile de Tehuantepec, vendida en 2016 por 15.7 millones de dólares y que, curiosamente, también la compró el "millonetas" del Río de la Plata, Eduardo Constantini. No obstante, tu obra, mi sufrida Frida, costó más del doble, es decir, 34.9 millones de dólares. ¿Cómo te quedó el ojo? Bien decía mi mamá, doña Lola, que todo se paga en la vida. ¿Por qué? Porque mientras pintabas en 1949, sentada en tu silla de ruedas frente al caballete: Diego y yo, Rivera te pintaba el cuerno... y de qué manera, porque la consentida en ese momento era, nada menos, que una de tus amigochas, ¿te acuerdas? Claro, ¡María Félix!

Para colmo, el "príncipe sapo" ya te había engañado con tu hermana Cristina. Sí, también esta relación te hizo mucho sufrir, como bien lo escribiste en una de tus muy numerosas cartas: "Porque no nos hagamos pendejos, Diego, yo todo lo humanamente posible te lo di y lo sabemos, ahora bien, cómo carajos le haces para conquistar a tanta mujer si estás tan feo hijo de la chingada". Esto lo escribiste desde el cuarto del hospital cuando estaban los médicos a punto de cortarte una pierna. "Te dije que yo ya me hacía incompleta de tiempo atrás, pero ¿qué puta necesidad de que la gente lo supiera? Y ahora ya ves, mi fragmentación estará a la vista de todos, de ti... Por eso antes de que te vayan con el chisme te lo digo yo 'personalmente'". En esos momentos te quejabas de que no te dejaban ir ni al baño. ¡Cómo has de haber sufrido tanto física como moralmente hablando! Por eso te quiero y te considero tanto. Te adopté como hermana (una más de las siete que tenía entonces) desde hace muchos años, fue cuando te descubrí, gracias a tu primera y a la mejor biografía de todas que te han escrito, me refiero a la de Hayden Herrera (Frida, 1983). Conocí a la autora en Tepoztlán, a principios de los ochenta; entonces estaba escribiendo tu biografía y hablábamos horas de ti.

Miro de cerca tu pintura Diego y yo, y me entristezco de ver tus lágrimas rodar por tus mejillas muy rosadas. Me entristezco de saberte tan triste, tan huérfana y dolida. Me entristezco de percatarme lo mucho que te hacía sufrir ese señor "gordo y feo" que aparece entre tus dos cejas negras como las alas de un cuervo. Me entristezco de ver tu cabello enredado a tu cuello, sentías que te estrangulaba, ¿verdad, Frida?