1.-La UAT se abre al mundo. Hay universidades que enseñan, otras que investigan, y unas cuantas —las menos— que se transforman y transforman a su entorno. En los últimos meses, la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT) ha dado señales de pertenecer a esa tercera categoría. No por discurso, sino por acción.
El rector Dámaso Anaya Alvarado ha llevado a la institución más allá del perímetro del campus. La UAT hoy se sienta en la mesa nacional donde se definen las rutas de la educación pública, se inserta en proyectos científicos alineados a la salud y el bienestar del país, y exporta cultura tamaulipeca hasta el extranjero. Tres gestos, tres mensajes, una dirección clara.
2.-Educación con sentido de país. En la reunión encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum con rectores de todo México, Anaya no fue un invitado más. Su presencia simboliza la entrada de la UAT en una conversación que busca redefinir el papel de las universidades públicas: no como burbujas académicas, sino como motores de justicia social.
Sheinbaum habló de equidad, conocimiento libre y formación humanista. Anaya respondió con respaldo institucional. Es decir, con compromiso. Y ese es un matiz importante: el rector no fue a pedir, fue a ofrecer. Ofrecer la capacidad de la UAT para construir soluciones, formar investigadores y vincular ciencia con comunidad.
3.-Ciencia aplicada, salud fortalecida. Esa visión se refleja también en la apertura del Doctorado en Ciencias de la Salud. En un país donde la salud pública todavía sufre de burocracia y desigualdad, la apuesta de la UAT es apostar por la investigación desde las regiones. Un doctorado que no se queda en el laboratorio, sino que busca mejorar la vida de las familias, formar especialistas que entiendan tanto la célula como la comunidad.
Es una respuesta silenciosa, pero poderosa, al centralismo científico: la UAT quiere ser generadora de conocimiento, no receptora de instrucciones.
4.-Cultura que trasciende fronteras. Mientras tanto, en Canadá, el Ballet Folklórico UAT y el Trío UATsteco demostraron que la educación no solo se mide en aulas. La cultura universitaria es también diplomacia, identidad y orgullo.
Ver a jóvenes tamaulipecos bailando huapangos en Ottawa es recordar que el conocimiento no tiene pasaporte, pero sí raíces.
Esa exportación cultural, impulsada por el rectorado, es tan valiosa como cualquier convenio académico. Porque pone a Tamaulipas en el mapa emocional del mundo: el del arte y la memoria.
5.-El hilo común. Educación, ciencia y cultura. Tres hilos que la UAT está tejiendo bajo una misma idea: la de ser una universidad que piense globalmente, pero actúe localmente.
Dámaso Anaya parece entender que el futuro de las universidades públicas no está en competir entre sí, sino en cooperar para que el conocimiento deje de ser un privilegio y se convierta en un derecho tangible.
En tiempos donde muchas instituciones viven de su pasado, la UAT empieza a escribir el suyo en tiempo presente. Y eso, en el México de hoy, ya es un acto de transformación.
