La muerte como ariete

Junto con la muerte, el sufrimiento, la desestabilización emocional, laboral y social y el derribamiento de economías personales y empresariales, la pandemia Covid-19 ha expuesto también la mezquindad de algunas franjas de la sociedad mexicana, en particular de una parte de la clase política.

En redes sociales y en algunos otros medios parece haber una suerte de trivialización de la muerte. La tragedia nacional y mundial es usada para lucro político y, a veces, las cifras son manipuladas para exhibir el presunto fracaso de la estrategia del gobierno contra el virus SARS-CoV-2.

En el afán de debilitar al adversario, de querer expulsarlo del poder, se usa la tragedia como ariete. Lo de menos es el dolor de millares de familias devastadas. Lo de menos es el esfuerzo denodado y el sacrificio de miles de profesionales de la Medicina, de todo rango, decenas de los cuales han entregado su vida para salvar otras.

Se habla mucho de los errores reales o supuestos de los capitanes de la batalla contra el coronavirus, pero se habla poco de un sistema de salud heredado y fragilizado por la ineptitud y la corrupción de los gobernantes de ayer. Se olvida lo que hoy se está haciendo para enfrentar al poderoso enemigo invisible: la rápida reconversión de hospitales, la contratación de millares de médicos y otros trabajadores de la salud, la importación y fabricación local de instrumentos vitales para frenar muertes, la iniciativa mexicana en la ONU sobre vacunas...

Se pretende negar que la estrategia sanitaria, tan criticada, ha logrado evitar que falten camas y ventiladores para atender a los enfermos. Se habla mucho de los cerca de 55 mil dolorosos fallecimientos, pero poco o nada de los 332 mil 800 recuperados. Se habla mucho de la "rebelión" de nueve gobernadores, pero poco de que en casi la mitad del país (15 estados) se está frenando el número de nuevos contagios.

Desde otro ángulo, no se entiende que se intenta una nueva forma de enfrentar la crisis socioeconómica derivada, ante la falta de antivirales efectivos y vacunas preventivas, del confinamiento que salva vidas, pero hunde la productividad y las economías. No se quiere aceptar que el nutrido conjunto de programas de apoyos a los más necesitados, traducidos en consumo, respaldarán de otra forma a las empresas.

Sin duda, atravesamos por una tragedia nacional, pero personalizar la responsabilidad de ella sólo puede ser fruto de la malquerencia y la mezquindad. Sin descartar la posibilidad de errores estratégicos, el creciente número de muertes tiene como factor determinante (aunque no único) la presencia de enfermedades crónicas previas a la pandemia, principalmente obesidad, sobrepeso, hipertensión y diabetes. Así lo acreditan los fríos números:
 
- Siete de cada diez personas adultas en México tienen sobrepeso u obesidad, una de cada cuatro tiene hipertensión y una de cada siete es diabética.

- Siete de cada diez personas que han muerto por Covid-19 tenían al menos una enfermedad crónica entre las cuatro anteriores.

A la aguda incidencia de decesos por la pandemia ha contribuido la irresponsabilidad personal y grupal de miles de mexicanos que ignoran las medidas preventivas -sobre todo la sana distancia- repetidas prácticamente todos los días por el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell. Reforma y otros medios impresos y electrónicos han difundido imágenes de la masiva y a veces tumultuosa invasión de espacios públicos -mercados, tiendas, playas, estaciones de transporte, calles céntricas-, que multiplican la propagación del coronavirus.

"¿Hemos acatado los cuidados necesarios?, ¿hemos impulsado un estricto control sanitario en nuestra casa y trabajo?, ¿hemos evitado las reuniones, fiestas y visitas innecesarias?", pregunta un reciente editorial del semanario católico Desde la fe. Y concluye contundente: "Si la pandemia no cede en México es porque, como sociedad, no queremos que ocurra, pues aún no hemos entendido que los muertos, son nuestros muertos, tuyos y míos, y esa es una realidad ineludible de la que tarde o temprano daremos cuenta a Dios". (https://bit.ly/3at7tSh).

Mutatis mutandis, una reflexión semejante debiera concitar la atención de quienes lucran políticamente con la tragedia y que no terminan de admitir que el microscópico y potente enemigo lo es de todos: chairos, fifís y neutrales.