El dogma

"Cinco años hemos vivido
una pesadilla que no termina".

Hilda Hernández
 
No hay peor sufrimiento que la pérdida de un hijo. Cuando éste desaparece de manera violenta, como los normalistas de Ayotzinapa, el dolor se multiplica.

Entiendo las palabras de Hilda Hernández, madre de uno de los 43 desaparecidos en Iguala, quien ayer señaló en la Cámara de Diputados: "Los llevamos en el corazón y no descansaremos hasta encontrarlos".

Pero el dolor no debe hacernos cerrar los ojos a la manipulación que unos activistas, como Vidulfo Rosales y Felipe de la Cruz, han llevado a cabo. Su intención no es aclarar la desaparición de los normalistas, sino impulsar una causa política.

La propia Hilda Hernández reflejó estar bajo el influjo de esta manipulación cuando cuestionó ayer a quienes "declararon que tenían la versión histórica".

El rechazo a esta versión se ha convertido en un dogma de fe de este movimiento. El propio Alejandro Encinas, Subsecretario de Derechos Humanos, se ha unido al dogma al referirse a la "mentira histórica".

El problema es que, hasta la fecha, ninguna otra versión de los hechos se aproxima siquiera en indicios o verosimilitud a la verdad histórica.

Son cientos de testimonios de policías y criminales, declaraciones de otros testigos, mensajes de texto y peritajes. La única otra versión, que los jóvenes fueron secuestrados por militares y encerrados en mazmorras clandestinas, no tiene ningún sustento.

Aun así, la Secretaría de la Defensa Nacional abrió las instalaciones del 27º Batallón de Infantería para que los representantes del movimiento de Ayotzinapa las revisaran, sin encontrar a ningún normalista oculto.

El dogma se ha centrado en la opinión de José Torero, un ingeniero peruano del University College de Londres, miembro del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), quien afirmó que era imposible que los cuerpos de los normalistas pudieran haber sido quemados en el basurero de Cocula.

Muchos otros especialistas, sin embargo, han señalado que la quema no sólo era posible, sino que hay indicios de que efectivamente tuvo lugar.

No hay certeza de si fueron algunos cuerpos o todos, pero todo parece indicar que el Padre Alejandro Solalinde tenía razón cuando reportó originalmente esta quema.

Pero aun si la disposición de los cadáveres no se hubiera realizado de esta forma y en ese lugar preciso, la versión de que los estudiantes fueron secuestrados por policías de Iguala (hay videos), entregados a criminales y ejecutados tiene un cúmulo de pruebas y testimonios de respaldo.

El dogma se nutre de raíces políticas. Para los líderes de Ayotzinapa era importante declarar que el Estado había secuestrado a los estudiantes porque su propósito último era derrocarlo y establecer un nuevo régimen. El problema es que para eso ha sido necesario mentir de manera sistemática.

Hoy, que tenemos un nuevo régimen que llegó al poder por la vía democrática, los líderes están más empeñados en procesar a Tomás Zerón, quien fue titular de la Agencia de Investigación Criminal, y al ex Procurador Jesús Murillo Karam, por haber propuesto la verdad histórica, que a los criminales que secuestraron y mataron a los normalistas.

El propio Encinas declaró ayer: "La única verdad es que no hay hasta ahora verdad alguna". Y claro, si se trata de tener una verdad que se adapte a los requerimientos políticos de los líderes de Ayotzinapa, nunca tendremos la verdad. Poco importa cuántos cuarteles militares se revisen.