COPIONES

En diversos medios del País, entre ellos El NORTE, se dio a conocer la noticia de que la SEP había cancelado una parte del examen para puestos directivos a 5 mil 785 docentes participantes, al detectarse "cadenas de respuestas 100 por ciento idénticas en el Cuestionario de Habilidades Directivas", uno de los instrumentos que integran la evaluación global.

Tras el hallazgo, la SEP indicó que para llevar a cabo la evaluación solo se considerará el resto de los multifactores, excluyendo la parte cancelada y señalando que tales instrumentos están en revisión.

La información no ahonda cómo pudieron filtrarse y difundirse los datos del examen y tampoco ofrece un perfil de la adscripción regional de los maestros involucrados.

Como una extensión de la nota, EL NORTE también informa que en otra reciente evaluación organizada por la Unidad del Sistema para la Carrera de Maestras y Maestros para definir el incremento de los incentivos económicos para los docentes, las preguntas y respuestas del examen circularon "a través de grupos de WhastApp y Facebook".

Menuda imagen ofrecen los maestros involucrados directa o indirectamente en estos hechos, y pésimo ejemplo proyectan en una carrera, como la magisterial, cuya misión es no solo contribuir a la enseñanza del conocimiento entre los niños y adolescentes del sistema de educación básica, sino también participar en su proceso formativo humano, con el compromiso de impulsar con el ejemplo y la experiencia la formación de personas íntegras, éticas y honestas. Al menos eso es lo que muchos pensamos y deseamos de toda carrera magisterial.

Es lastimoso que leamos este tipo de noticias que inevitablemente nos conducen a pensar qué no está funcionando bien en nuestro sistema educativo público y en la formación de sus maestros para que hechos de esta naturaleza sucedan y no ocurran de manera aislada, sino de forma masiva.

Recuerdo claramente hace mucho tiempo, cuando me encontraba en un viaje académico en la ciudad de Hong Kong, la sorpresa que recibí al mirar una noche un noticiero en televisión en el que una y otra vez salía la nota con imágenes de una estudiante que había intentado cometer un fraude de identidad al presentar un examen para ingresar a una universidad.

Los responsables del proceso descubrieron la maniobra y la estudiante no solo no pudo ingresar a la universidad, sino que su caso se judicializó al ser acusada de suplantación de identidad y fraude. Tal fue el escándalo que la noticia salió varias veces en la televisión.

Lo que en otros países podría haber sido motivo de una llamada de atención, una sanción y hasta de festejo por parte de algunas personas que lo podrían considerar gracioso, en la sociedad de Hong Kong y su sistema basado en la honestidad y la confianza resultó escandaloso y tema para la TV.

Durante mis largos años de experiencia docente en la universidad, algo que siempre llamó mi atención y me llenó de gratificaciones fueron los comentarios de algunos de mis alumnos al terminar los cursos, o inclusive cuando ya se habían graduado y teníamos la feliz oportunidad de coincidir, en términos de agradecer no solo las enseñanzas y el conocimiento que habían desarrollado durante las clases que habíamos compartido, sino el ejemplo que veían en mí como una persona íntegra, respetuosa y empática.

Estoy convencida que esas vivencias y reconocimientos son lo más valioso e importante que podemos recibir como docentes por parte de nuestros estudiantes. Por eso me pregunto si en algún momento del desarrollo de la evaluación que realizaron los maestros que presuntamente cometieron un fraude de copiar los resultados se cuestionaron si eso es lo más importante para su carrera docente: obtener un falso resultado en un examen o ser un ejemplo de vida, de congruencia y de formación para sus alumnos.