APRENDER DE SISMOS

"Si tratamos, podemos fácilmente aprender a enfrentar la adversidad... de los demás, quiero decir".

Mark Twain

Es difícil de creer, pero el sismo del 19 de septiembre de 2017, de magnitud de 7.1, fue 30 veces menor que el de 1985, de 8.1, señala Raúl Valenzuela Wong del Instituto de Geofísica de la UNAM.

Es importante saberlo para entender por qué los daños y las muertes han sido significativamente menores.

Tenemos, es cierto, nuevos códigos de construcción que parecen haber sido eficaces. Los edificios construidos a partir de 1986 han resistido los movimientos telúricos mucho mejor que los anteriores. Pero no hay lugar para el exceso de confianza.

Un terremoto de la misma magnitud que el de 1985, pero más cercano a la Ciudad de México, tendría consecuencias desastrosas en la megalópolis y otros lugares.

Cada sismo es diferente, pero también cada terreno. El terremoto de 1985 tuvo un predominio de "ondas superficiales", esto es, "ondas de periodos más largos o de frecuencias más bajas, en contraste con el de hace una semana, que por su cercanía tuvo un mayor componente de ondas de cuerpo A, con frecuencias más altas", según Valenzuela Wong.

Por eso, dice Leonardo Ramírez de la Unidad de Instrumentación Sísmica del Instituto de Ingeniería de la UNAM, "los colapsos o derrumbes se concentraron ahora en inmuebles de cuatro a ocho pisos, mientras que hace 32 años fueron en estructuras más altas, de hasta 20 niveles".

Los suelos de los desecados lagos del Valle de México son arcillosos y suaves, pero sí se puede edificar sobre ellos con la técnica adecuada, como lo demuestra el que "sobre la avenida con el peor suelo de la Ciudad de México se hayan construido los edificios más altos" sin que se hayan registrado desplomes, como apunta el arquitecto Juan Homero Hernández Tena, director de la Facultad Mexicana de Arquitectura, Diseño y Comunicación de la Universidad La Salle.

Las reglas de construcción en la ciudad ya reconocen las diferencias de suelos, pero los daños provocados por los sismos de este 2017 nos han dado herramientas para profundizar el conocimiento de cómo construir en cada lugar.

"En este momento estamos viendo una cacería de brujas", me dice el arquitecto Hernández Tena, pero los sismos pueden enseñarnos a tener una reconstrucción más exitosa.

El sismo de este 19 de septiembre fue muy fuerte. Por lo menos 40 edificios se desplomaron en la Ciudad de México, pero esto hay que ponerlo en el contexto de las más de 2 millones de edificaciones en la urbe.

Hay más de 330 muertos en el País, pero en 1985 fueron quizá 10 mil. Los daños dependieron, en ambos casos, de los terrenos y de los tipos de construcción.

Si el sismo del 19 de septiembre de 2017 fue 30 veces menor que el de 1985, entenderemos que los menores daños y muertos no necesariamente significan que estemos mejor preparados, por mucho que haya una mejoría en los códigos de construcción.

México sufre cerca de cuatro sismos diarios con magnitud superior a 3.5. Hemos tenido varios de 7 en los últimos años.

El de 8.2 del 7 de septiembre es el más fuerte de los últimos años, aunque no ocasionó tanta destrucción como el reciente.

En 1787, sin embargo, tuvimos un sismo de 8.6, según Víctor Manuel Cruz, del Instituto de Geofísica de la UNAM.

Tenemos que estar preparados para un terremoto de cuando menos esa magnitud, sin descartar la posibilidad de uno de 9.

Hemos aprendido a construir mejor, pero nos falta todavía mucho por andar... y en suelos arcillosos.