La última carta del PRI

Esta semana el Partido Revolucionario Institucional (PRI), celebrará su XXII Asamblea Nacional, que representará prácticamente su última carta para tratar de revertir ese descrédito social que se ha ganado a pulso en los últimos años, y que casi lo tiene, por segunda ocasión, con un pie fuera de Los Pinos.
De los acuerdos o resultados de ese cónclave nacional se podrá advertir, desde ahora,  si los priistas tienen todavía alguna posibilidad de obtener, en el 2018, un voto de confianza de los electores.
No se trata de algo fácil porque tienen todo en contra. Por ejemplo, muchos de los Estados del país, incluido el nuestro, son Gobernados por la oposición.
Además, la sociedad reclama o exige un cambio urgente, sobre todo ante el enorme fracaso que ha tenido la llamada lucha contra la narco-delincuencia y que tiene a gran parte del territorio nacional en una especie de baño de sangre, sin pasar por alto el enorme costo económico que ello ha generado.
A eso hay que sumarle que hacia dentro del mismo partido se libra una férrea disputa de grupos por la candidatura del sucesor de Enrique Peña Nieto. Hay un enorme sector del priismo que puja por colocar candados a la candidatura presidencial en un evidente intento por acotarle el poder de decisión al presidente Peña.
En función de todo ello, creo que si los priistas son capaces de hacer un ejercicio de autocrítica, de reconocer errores del pasado  y de atender las exigencias de las mayorías, con la construcción de un discurso que encierre propuestas de cambio coherentes y creíbles, que revierta esa especie de desprecio social que padece, tal vez todavía pueda salvarse.
Porque déjeme y le digo que, en lo personal soy un convencido de que el Gobierno de Peña Nieto ha tenido logros importantes en beneficio de la sociedad. Temas como el de la Reforma Energética y la de Telecomunicaciones comienzan a dar resultados con beneficios sociales, pero lamentablemente son logros que han sido opacados por fenómenos que indignan, ofenden y lastiman a la sociedad, como el de la creciente e imparable delincuencia.
El problema está en que, por una parte ha sido tanto el desprestigio o descrédito de la administración federal, y por  otra, el Gobierno de Peña Nieto ha sido incapaz de diseñar una estrategia mediática que resalte todas esas cosas buenas de su administración.
Por todo ello habrá que estar pendientes del desarrollo de la Asamblea Nacional tricolor. Insisto: del resultado de la misma podremos saber si le compramos de una vez la corona fúnebre al tricolor o nos preparamos para, como electores, vivir una contienda cerrada en el 2018.
Y es que, si el PRI sale de “terapia intensiva” se agrandará la duda de quién será el próximo huésped de Los Pinos: el PRI, PAN o Morena. Este fin de semana sabremos si el PRI será verdadero competidor en el 2018 o un simple testigo del proceso electoral.

EL RESTO

EL DIPUTADO local del Partido Verde Ecologista de México,  Humberto Rangel Vallejo, no tiene empacho en confesar que le gustaría que su partido hiciera alianza con el PAN en la elección del 2018.
No lo dice abiertamente, pero en forma tácita reniega del PRI, de quien el PVEM fue rémora durante muchos años.
Por actitudes como la de Rangel Vallejo, la sociedad reniega y no cree en los políticos. Y, la verdad, hay razón de sobra hay para ello.

ASÍ ANDAN LAS COSAS
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