El dinosaurio quiere patalear
Ciudad Victoria, Tamaulipas.-Tuvo que pasar más de un año para que los Consejeros Estatales priistas se reencontraran. Tuvieron que venir enviados del Comité Nacional para que ello ocurriera.
Al encuentro que convocó el Comité Ejecutivo Nacional y el Estatal del PRI, sin embargo, no acudieron todos los que son. El dinosaurio quieren patalear.
De hecho, la reunión pretendió ser discreta, alejada del bullicio que en otro momento fascinaba a los tricolores.
El Salón Eúfrates del Hotel Paradise Inn sirvió de sede para la que calificaron de “Reunión de Trabajo”.
En día y hora hábil, porque ya les da igual. Muchos están desempleados de la nómina oficial y pueden acudir en cualquier momento.
Ahí llegó el presidente de la Fundación Colosio, uno de los asesores más próximos al Presidente Enrique Peña Nieto, ‘arquitecto’ del Pacto por México, José Murat Casab.
También estaba la Senadora Diva Gastélum, que ahora ostenta la cartera de Atención para estados en Oposición.
Manuel Cavazos Lerma, Paloma Guillén Vicente.
Previo a iniciar la reunión, la dirigente interina Aída Zulema Flores Peña intentó pedir que dejaran afuera los teléfonos celulares, como en aquella reunión con Baltazar Hinojosa, después de la estrepitosa derrota. Ni caso le hicieron a la reynosense.
Pudo más la voz de José Murat, “ya están adentro (los celulares)”.
También llegaron los aspirantes formales e informales a dirigir lo que queda del Revolucionario Institucional: Óscar Luebbert, Anto Tovar, Edgardo Melhem, Juan Alonso Camarillo.
No llegó Sergio Guajardo Maldonado, porque se resiste a dejar de cobrar como Delegado Federal de la SEDATU.
PERDÓN Y OLVIDO
Javier Villarreal Terán el 10 de junio apareció en público con el dirigente nacional de MORENA, Andrés Manuel López Obrador. Pero ahora también llegó al evento priista.
“Casi llora, pidió perdón”, confió una fuente.
La respuesta: lo abuchearon, le chiflaron. La Senadora Gastélum se vio obligada a llamar al orden. Villarreal estuvo un rato y se fue.
NARCO NEXOS
Alejandro Guevara tomó la palabra y dijo que los aspirantes a la dirigencia estatal priista deben ser investigados, por sus antecedentes y probables vínculos delincuenciales.
Todos los presentes sabían que la alusión era para Óscar Luebbert, investigado por la PGR y el Gobierno de Estados Unidos.
Incluso el dos veces ex alcalde de Reynosa lo supo de inmediato, por eso pidió la palabra. Dos, tres frases y lo que sigue.
Ricardo Gamundi Rosas, otro investigado por la PGR y EU, señalado por vínculos con el crimen organizado, se hizo la víctima, pidió al Comité Ejecutivo Nacional defender a quienes -él incluido- a su parecer fueron perseguidos judicialmente por el ex Presidente Felipe Calderón Hinojosa. Según Gamundi eso mancha la imagen del partido.
Nunca habló el ex dirigente estatal priista de las indagatorias de Estados Unidos. Quiso defender en su discurso al Jefe del Cártel al que pertenece él, a Eugenio Hernández Flores.
“El Negro” casi exigió que el CEN-PRI nombre la siguiente semana a un Delegado Especial para Tamaulipas.
También pidió que acorten el tiempo para elegir al nuevo dirigente.
“QUE SE IMPONGA LA UNIDAD”: ENRIQUE
Enrique Cárdenas del Avellano fue enérgico, pero no grosero. Pidió a los enviados del Nacional no dejar solos a los priistas de Tamaulipas.
Dijo que los que quieran luchen por la dirigencia estatal tricolor, pero que al final se imponga la unidad.
“Que los que se queden en el camino, que no se rajen ni se salgan del partido”, convocó.
Humberto Valdez Richaud, “Betico”, con el mismo cuento de que no le dan dinero para mantener la oficina de lo que queda del Movimiento Territorial.
EUGENIO CON MIEDO, EGIDIO CON IMPUNIDAD
El encuentro tricolor tuvo lugar un día después de que se recordó el magnicidio que acabó con la vida de Rodolfo Torre Cantú.
El gobernador de entonces, Eugenio Hernández ya no tan fácil se para en eventos públicos en Tamaulipas. Por eso no asistió a la Reunión de Trabajo.
Egidio, hermano mayor de Rodolfo, prefirió acudir a un restaurante en San Pedro, a ver el partido México-Alemania. Él y su impunidad.
De Baltazar Hinojosa Ochoa, ni sus luces.