El doble filo de las redes

A mitad de la semana pasada leí en Facebook una publicación dirigida a “x” persona a la que  amenazaban de muerte. Le imponían un plazo para que dejara su lugar de residencia en un lapso de horas.
Dentro del contexto de inseguridad pública en el que vivimos, en el que muchos han sido víctimas de homicidio hasta por equivocación, no pude evitar ponerme en el lugar del destinatario del mensaje. Me imaginé la situación de miedo e incertidumbre en que lo colocó la publicación.
El hombre sabía perfectamente que no tenía de qué preocuparse, porque su modo de vida es honesto. Además, estaba seguro de que no había delinquido ni dañado u ofendido a alguien, como para creer en una amenaza de esa magnitud.
Pero a pesar de ello la duda estaba presente: ¿sería cierta o falsa la advertencia? ¿Se quedaba en la ciudad o de plano huía, con lo que todo ello implicaba de perder trabajo, patrimonio y parte de la familia?
Ha de ser terrible para cualquier persona recibir este tipo de advertencias porque no sabe si se trata de un bromista o de alguien que por resentimiento, envidia o lo que usted quiera, se aprovecha del miedo colectivo a la delincuencia y lo usa para hacer daño.
Éste y otro tipo de publicaciones se han vuelto comunes en las redes sociales. Lo mismo se utilizan para amenazar, para intimidar o para desprestigiar desde el anonimato porque, por lo general, las publicaciones se hacen desde cuentas falsas.
Por todo ello, porque cualquiera publica, dice o “sube” lo que quiere, las redes sociales se han convertido en un arma de doble filo. Bien utilizadas son un efectivo medio de comunicación y de entretenimiento, pero usadas con dolo, con malicia, pueden destruir moral, emocional y económicamente a cualquiera.
Por ello, pienso que ha llegado el momento de que el Gobierno haga algo al respecto. Es tiempo de buscar un mecanismo que permita que las redes sociales sigan estando al alcance de todos, pero a la vez que impida que haya quienes las utilicen impunemente para desde el anonimato hacer daño a terceros.
En algunas ocasiones ha habido pronunciamientos en ese sentido y no ha faltado quienes se envuelven en la bandera de la libertad de expresión, para oponerse a cualquier intento de crear una ley que regule el uso de ese medio de comunicación.
Nada más falso que eso. Todo derecho tiene límites y así sucede con la tan recurrida libertad de expresión. Resulta ilógico y absurdo suponer que, en aras del ejercicio de ese derecho a decir o publicar lo que se quiere, se tenga que tolerar que se dañe al de enfrente.
En realidad, contar con una ley que regule el uso de las redes sociales nos beneficiaría a todos, porque sería un freno para que por medio de ellas se sigan realizando impunemente conductas que cometidas fuera del canal virtual sí encuadrarían un delito.
¿O no cree usted?

EL RESTO

UNO.-Encontrar al Fiscal Anticorrupción no va a ser fácil. Primero, porque se supone, y así debe ser, que el elegido debe ser un dechado de virtudes; y segundo, porque 
no parece haber muchos interesados en el cargo.
Los diputados tendrán que ser muy cuidadosos al momento de la decisión. De su acierto dependerá mucho la credibilidad del combate a la corrupción.
DOS.- El Secretario de Bienestar Social, Gerardo Peña Flores, tiene listas las maletas. Es el único que tiene asegurada la candidatura panista para una curul en el Senado. Hasta ahora no parece haber nadie, ni nada, que le pueda impedir esa siguiente escala en un largo viaje cuya última parada es la gubernatura.

ASÍ ANDAN LAS COSAS
roger_rogelio@hotmail.com