¿Y nuestros desaparecidos?

Como desde hace cuatro años, en un modesto hogar victorense, una madre se despierta cada mañana con la esperanza de que , por fin, ese día, su hijo desaparecido entrará por la puerta principal para fundirlo en un abrazo y colmarlo de besos.



“Sé que algún día regresara. Estoy seguro de ello. El corazón me lo dice”, platica con la fe reflejada en su rostro. Por las noches, antes de irse a la cama, se sienta en un sillón a la entrada de su casa, con la mirada atenta hacia la calle.



Así ha sido desde hace 1460 días cuando su hijo ya no regresó a casa. ¿Qué sucedió? Nadie se lo ha podido explicar. Ese día simplemente ya no contestó el celular. Desde entonces su sufrimiento de madre ha sido insuperable.



La que le cuento es la historia verídica de una víctima indirecta de la delincuencia en Tamaulipas. Pero igual puede ser la historia de otras miles de madres de familia que a lo largo de los últimos cinco años han padecido la desaparición de un hijo.



Le expongo el drama de esta victorense en razón de que el pasado 26 de septiembre se cumplió un año de la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa. Miles de personas salieron a las calles de la ciudad de México y de muchas otras del país, para exigir justicia.



El reclamo de los padres, amigos y sociedad en general es justa, entendible, lógica. Lo Ilógico sería que nadie dijera nada, que nadie reclamara justicia, que como sociedad decidiéramos cerrar los ojos a un acto de tamaña brutalidad delincuencial donde la complicidad de las autoridades resulta evidente.



Pero la pregunta es: ¿Por qué el reclamo es solamente por los 43 estudiantes de Ayotzinapa?

Aquí mismo en Tamaulipas, como en el resto del país, suman miles y miles los desaparecidos a manos de la delincuencia.



Las cifras oficiales y las de Organismos No Gubernamentales, (ONGS), chocan pero hay coincidencia, sin embargo, de que suman más de 60 mil los desaparecidos en el territorio nacional, de los que poco más de cinco mil son de Tamaulipas.



No veo entonces la razón de exigir justicia solo por 43 desaparecidos cuando hay miles y miles que se encuentran en igual situación.



Creo que como sociedad hemos sido demasiada apática frente a la ineptitud gubernamental para dar respuesta a esas miles de madres de familia, que como la victorense, despiertan cada día con la ilusión de ver regresar a su hijo.



Creo también que indirectamente hemos sido responsables de esa abulia oficial porque hemos permanecidos callados. A lo más que llegamos es a condolernos internamente del dolor del que sufre la desgracia.



Necesitamos ser más proactivos. Quedarnos callados o cruzados de brazos es lo peor que podemos hacer. El grito de justicia debe ser diario porque a diario alguien cumple un año de haber desaparecido.



¿No cree usted?



ASÍ ANDAN LAS COSAS



roger_rogelio@hotmail.com