Mamar y dar topes

Como aficionado al estudio del Derecho y apasionado  trabajador del periodismo, siempre he pensado que el origen de muchos de nuestros problemas como sociedad radican en la ausencia de una cultura de la legalidad.



Nos la pasamos quejándonos de lo grave que representa el fenómeno de la inseguridad pública y la incapacidad de los Gobiernos para resolverlo, pero no somos capaces de respetar en lo mínimo los ordenamientos legales que nos rigen como sociedad.



No le hacemos caso a la luz roja del semáforo y si nos atrapan sobornamos al agente de Tránsito para que nos perdone la infracción. Tiramos la basura en el lugar que se nos antoje, nos estacionamos en los cajones para discapacitados y pagamos “mordidas” para evitar cualquier trámite burocrático.



En suma, hacemos cualquier cosa que nos permita conseguir lo que queramos, con rapidez y a bajo costo, sin importarnos que con tal de lograrlo violemos la ley y de paso fomentemos la corrupción y la impunidad.



Luego, cuando un Gobierno se anima a aplicar la ley a rajatabla , los destinatarios pataleamos y lloriqueamos.



Un referente claro de ello son los “chilangos”, quienes andan remuinos por la entrada en vigencia del nuevo reglamento de Tránsito, que incorpora sanciones a nuevas conductas y endurece muchas de las ya existentes.



Por ejemplo, usar el celular al manejar un vehículo ameritará un pago de dos mil 499 pesos; si le toca el claxon al de adelante para otra cosa que no sea evitar un hecho de tránsito, la multita será de 699 pesos.



Así como esas dos conductas hay muchas más que ahora tienen sanción en el reglamento de tránsito de la capital del país.



Los defeños alegan que lo único que busca la autoridad es un pretexto para allegarse mayores ingresos económicos vía multas.



Pero no. Lo que sucede en realidad es que se resisten a dejar de hacer lo que siempre han hecho: seguir viviendo en la anarquía legal o jurídica.



Ese es el gran problema que tenemos los mexicanos: nos la pasamos clamando o exigiendo que se ponga freno a la delincuencia pero no hacemos nada en nuestro ámbito personal para evitar los delitos. Queremos mamar y dar topes.



Pero eso sí: cuando el Gobierno, como el del DF, se anima a hacer valer la ley a “rajatabla” , pataleamos y acusamos a la autoridad de que solo quiere nuestro dinero.



Creo que es tiempo de que cada uno de nosotros hagamos conciencia de la situación. Si cada quien, en su ámbito personal y familiar, se preocupa por respetar la ley, cualquiera que sea, seguramente a la vuelta de pocos años, tendremos esa tranquilidad en las calles que tanto añoramos.



Siempre he sido un convencido de que la autoridad debe aplicar la ley a rajatabla. No a medias o en partes. La ley se cumple o no se cumple.



Si el espíritu de la ley es acabar con conductas que nos dañan como sociedad, la autoridad no debe ser timorata para aplicarla. Finalmente el ciudadano sabe perfectamente cuál será la consecuencia de violarla y el que no quiera pagar esa consecuencia lo único que debe hacer es evitar contradecir la prohibición.



¿No cree usted?



ASÍ ANDAN LAS COSAS



roger_rogelio@hotmail.com