El 'club' de los desempleados y pensionados

Una banca de la Plaza San Marcos es el refugio de quienes esperan ser contratados. Carmelo López Vázquez relata sus experiencias laborales.
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Vendedor de periódicos, asistente de prensista y finalmente obrero de la construcción, Carmelo López Vázquez asiste como hace años al sitio de los pensionados y desocupados de la Plaza San Marcos con la esperanza de encontrar un trabajo porque aún se siente capaz de levantar un cuarto y "echar" un vaciado.



No todos los que se sientan en la destrozada banca de la popular plaza de vendedores ambulantes son pensionados o personas desocupadas, el Club quedó reducido a 5 personas.



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"Unos ya no pueden llegar hasta acá por las enfermedades, porque se murió la esposa, o porque encontraron un trabajito que les permita comer unos días, además  que no tienen quien los traiga acá", dice Carmelo.



A las interesantes charlas que comienzan desde las 8 de la mañana y terminan a las 2 de la tarde, se han unido mujeres y hasta jóvenes que escuchan la voz de la experiencia, sus penas y sinsabores.



Para no gastar en comer algo en la plaza, Don Carmelo trata de desayunar algo en casa, y sólo viene con lo del pasaje del micro que le da uno de sus hijos. Quedarse en casa es triste porque hace 5 años falleció su esposa, es mejor ver a sus amigos y conocidos. Casi todo Victoria lo conoce, levantó muchas casas y oficinas en su trabajo en el ramo de la construcción, pero de ninguna parte lo pensionaron.



De 73 años, Carmelo es victorense de nacimiento, su primer empleo fue a los 13 años como vendedor del Heraldo de Victoria propiedad de Don Raúl Aceves Carmona.



"Caminaba descalzo por las calles porque no alcanzaba para zapatos y lo que ganaba se lo daba a mi madre. Poco tiempo después aprendo a leer y a escribir ahí en el periódico, y me ascienden a asistente de prensista en el área de máquinas. El trabajo a  mi nunca me ha dado miedo, pero mi nobleza me perdió porque nunca exigí nada, y al morir Don Raúl, me quedo sin nada, tras 17 años de trabajo".



DON CARMELO, CONSTRUCTOR



Acostumbrado a grandes esfuerzos para sacar adelante a su familia de 7 hijos, después de la experiencia entre periodistas y gente bien, Carmelo cambia de oficio y aprende el oficio de albañilería, que le permite trabajar durante 20 años afiliado a la CROC y que le permite desempeñarse por mucho tiempo en Matamoros.



"Con el trabajo de albañil, pagó la carrera de una Trabajadora Social, un psicólogo, yo me la jugué por mi familia siempre, pero ahora me siento sólo con mis problemas, porque no me gusta depender de nadie. Sé hacer todo lo que lleva un construcción desde levantar una casa, echar vaciados, poner la electricidad, y la plomería, pero no hay empleo, porque la gente no tiene dinero para construcción".





En el tiempo que duró su matrimonio, que fueron 46 años, Don Carmelo construyó dos residencias, mismas que tuvo que vender para curar a su esposa que necesitaba un transplante de riñón  y por la que luchó con sus últimas fuerzas que le quedaban y sus últimos pesos producto de la venta de las casas.



"Yo había ofrecido al donante la cantidad de cien mil pesos, porque pasaba el tiempo y no encontraba voluntarios, cuando no tienes de dinero te mueres antes que aparezca un donador, así que viajé a Monterrey con el donador al que por supuesto le pagué todos los gastos, pero la sorpresa fue que el corazón de mi mujer tenía las arterias tapadas, y así no estaba en condiciones de recibir un transplante, regresé con ella sólo a esperar la hora".



UN VIACRUCIS



La esposa de Carmelo asistía a un templo cristiano, cuando muere se va en paz, pero le deja encargado a su esposo repartir los bienes que quedaban entre sus hijos, porque había dos que aún pagaban renta.



"Me esforcé por comprar un solar, pero ninguna de mis hijas quiso porque estaba muy lejos y debían estar temprano en sus trabajos en el hospital, yo no me quitaba de la mente el encargo de mi mujer antes de morir en casa, porque ya me la habían entregado, así que después que ella falleció seguí haciendo trabajos de albañilería, compro el solar y construyo unos cuartos que ahora rento".



Las noches en el hospital de especialidades en busca de oxígeno, las cuatro horas para que le limpiaran los riñones, las idas y regresos en taxi y hasta en microbús cuando no había más, es algo que no aparta de su mente, sus ojos lloran, y se arrepiente de haber renegado de Dios, pensó que no existía, pero algo definitivo y poderoso le hizo reencontrarse con el divino y respetar su decisión.



"Yo estaba enojado y ella me invitaba a la iglesia muchas veces, pero yo le decía que no porque Dios nunca escuchó mis súplicas de devolverle la salud. Yo creía que Dios no existía... pasaron los días y ya la habíamos llevado al cementerio, cuando tomo el celular que ella usaba para que le hablaran sus hijos, y cual es mi sorpresa, cuando veo un mensaje que dice ESTOY MUY FELIZ EN DONDE ESTOY PORQUE ESTOY CON DIOS".



DESPUES DE LA PÉRDIDA, LA PRESIÓN ALTA Y LA DIABETES



Debido a la diabetes Don Carmelo perdió dos dedos de su pierna derecha, pero eso no le impide realizar trabajos de pintura, subirse a un techo.



"No me duele nada, me siento muy bien y con ganas de trabajar, no me gusta estar sin hacer nada, ahora vivo con uno de mis hijos, pero me gusta ser independiente, creo que aún puedo ganarme la vida, si alguien me quiere contratar para un trabajo, aquí estoy todos los días".



Los hijos de Carmelo se deben sentir orgullosos de tener a un ejemplo de padre y esposo,  que dejó sus mejores años en la construcción sin recibir una pensión a cambio,  para que estudiaran y se hicieran gente de bien.



"Un Padre siempre va a proteger a sus hijos sean como sean. Me siento muy feliz de haber cumplido con mi deber, lo que le pido a Dios es que me llame antes que a mis hijos, y morir trabajando, sin ser una carga para nadie".