Quiere ir a un asilo; ya sepultó a 10 de sus 14 hijos

A sus 85 años padece enfisema pulmonar, producto de fumar y de inhalar humo en su lugar de trabajo. “Ahora son escasos los padres de familia buenos, muchos se la pasan en las borracheras o los mantienen sus mujeres, yo di mi vida por mis hijos y por mi esposa", habla con la autoridad que le dan los años.
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Todos los días Don Blas Rodríguez llega a la plaza del 7 bulevar Praxedis Balboa con sus papeles del seguro popular y sus medicinas guardadas en su pequeño morral, mientras alberga la ilusión de encontrar un asilo de ancianos para que lo cuiden.



La preocupación del hombre de 85 años, originario de Jaumave, es permanecer entre la gente, cerca del sitio de taxi y de los lugares donde puede comprar los alimentos porque asegura que en su casa nadie lo puede auxiliar, todos en su familia trabajan y les falta tiempo.



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Sentado sobre la silla de bolear abandonada desde hace días por su dueño, Blas revela el sufrimiento de padecer una enfermedad de tipo terminal como el enfisema a la vez que clama ayuda al gobierno para que le den un lugar en el asilo.



"Yo voté por Cabeza de Vaca, por la esperanza del cambio porque aunque yo no puedo trabajar ahora fui gente de esfuerzo y sacrificio para sostener a mi familia, y porque me gustaría que las cosas fueran como antes".



Don Blas no sabe por qué su Dios no le ha hecho justicia, desde niño era trabajador, tallador de lechuguilla al lado de su padre, después con su padrastro, a los dos los supo cuidar, porque sabía que a un Padre y a una madre se le debe honrar, por eso no deja de preguntarse a qué hora vendrá la justicia, siente que son sus últimos días de vida y que morirá solo".



"Antes las mujeres no podían evitar tener los hijos, no había modo para eso. Así, mi mujer y yo tuvimos 14 hijos, de los que sólo sobrevivieron 6, les daba el vómito y morían en el rancho sin medicinas y la vida de uno tan sacrificada esos sólo llegaron por aquí de grandes como de cinco años".



Pero de los 6 hijos que le quedaron a Blas y que alimentó y dio los estudios básicos, sólo le quedan cuatro, y "buenos nomás tres" porque tiene una hija con cáncer.



Bien dicen que los bienes materiales no sirven si no hay salud y que cuando se es joven no se piensa en el mañana, que un día el cuerpo se cansará y necesitaremos ayuda de otras personas hasta comer e ir al médico.



"Nunca pensé que me iba a quedar solo, porque mi esposa murió hace 8 años. Cuando estaba en su lecho de muerte ella me dijo que nos habíamos equivocado en construir una casa tan grande que no llevaríamos a dónde vamos y que tanto trabajo no había sido bueno".



Don Blas llegó a Victoria siendo muy joven y puso un negocio  de venta de rancheritos y papitas que él preparaba en casa y después mandaba a vender a toda la ciudad.



"Tenía como 25 canasteros, ganaba buen dinero, me endeudada para curar a mis hijos porque a uno de ellos le hicieron una cirugía que en aquel entonces costó medio millón, luego a otra hija que vive en Monterrey le dio tétanos y también pagué mucho para que le salvaran la vida".



El estar al lado del cazo cocinando los productos que vendía, además del cigarro, causaron el diagnóstico que hace años le dieron los médicos: enfisema pulmonar.



"Eran las dos de la mañana y mi esposa y yo estábamos pegados a la lumbre. Nuestra vida fue de trabajo, cuando enfermó mi padrastro y luego mi madre, estuvimos cuidándolos siempre hasta que descansaron, siempre cumplí y ahora me siento abandonado por mi familia".



Además de cargar con el peso de su enfermedad, Blas tiene que lavarse su ropa y cocinar sus alimentos, se toma los medicamentos sin que nadie lo ayude y se realiza las nebulizaciones diarias.



Hace 8 días que enterró a uno de sus hijos que murió en un accidente en su casa, mientras ayudaba a construir un cuarto para la hija que padece cáncer y que debe estar aislada después de la operación que le practicarán.



"Es por eso que no entiendo cuándo dejaré de sufrir. Acabo de terminar la novena de mi hijo y luego si aún estoy con vida correré al hospital con mi otra hija. Hoy fui temprano al panteón de la Cruz a ver a mis muertos, es lo que tengo más cerca, todos vamos para allá tarde o temprano".



Un hijo que está en Estados Unidos le ayuda con los gastos de alimentación pero lo que que necesita Blas es un lugar donde le den la comida, donde haya personas que estén al pendiente de su salud.



"Nadie ha podido ir conmigo al Doctor, me subo a un taxi porque aún puedo pero qué pasará el día que ya no tenga fuerza. Pienso que voy a morir en la calle, en Cáritas pregunté si me podía quedar ahí pero dijeron que no, que ahí sólo podía comer".



Ahora sabe Blas que no era tan importante construir una casa de dos plantas, ni trabajar de sol a sol, pero el consuelo de haber cumplido con el deber de Padre y esposo es lo único que le queda.



"Ahora son escasos los padres de familia buenos, muchos se la pasan en las borracheras o los mantienen sus mujeres, yo di mi vida por mis hijos y por mi esposa que murió de diabetes. Le daba de comer en la boca además de hacer el quehacer de la casa, ahora necesito que alguien me cuide a mí".