El apasionante oficio de ser sastre

"Nunca se comparará un traje hecho a la medida, con uno de fábrica", afirma quien fue maestro de muchos sastres de la ciudad. "Ahora se complica hasta comprar buenas telas, realmente no hay lugares que piensen en oficios como el de la sastrería", lamenta  
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Ciudad Victoria, Tamaulipas.- "Hace algunos años le hice dos trajes al tenor Fernando de la Mora, eran trajes militares; uno verde y uno blanco, los necesitaba para una presentación en el teatro Amalia, fui al hotel para tomarle las medidas, es un hombre muy sencillo y amable".



Sergio Rodríguez Sepúlveda aprendió la sastrería primero de su madre que era costurera en su tierra natal Ciudad Mante, y después en los talleres como aprendiz donde perfeccionó el oficio hasta llegar a ser uno de los mejores no sólo de Tamaulipas, sino de México.



Hombre muy sencillo, le cuesta admitir que en su taller ubicado en el 11 y 12 Morelos la zona comercial antigua por excelencia, se formaron muchos de los que ahora sobreviven del oficio de la costura, una actividad que si se hace con excelencia dará buenos frutos.



"Yo veía coser a mi madre, ella era costurera, ahí aprendí y luego en los talleres con los sastres. Anduve trabajando por muchas ciudades del país, pero me gustó quedarme en Victoria, en este local llevo 15 años, pero en total son 40 años de estar en la sastrería".



El sastre, que también le hizo trajes al tenor Luciano Pavarotti, extraña los tiempos en que la ciudad tenía capacidad económica y la personas podían pagar un buen sastre que les hiciera los trajes y las camisas.



"Ahora se complica hasta comprar buenas telas, realmente no hay lugares que piensen en oficios como el de la



sastrería. Lo que está ocurriendo ahora es que a la capital desde afuera nos ven como un pueblo sin dinero, donde te traen mercancías que no quieren en las ciudades importantes. En lo personal no hay una buena materia prima, en Parisina compré una tela para forro y se encogió, tuve que rehacer el trabajo".



Otro de los trabajos importantes durante su oficio de sastre fue confeccionar los vestuarios para la ópera Carmen, vestidos con volantes, tipo flamenco, que asegura es lo que más le gustó hacer por el colorido y la riqueza cultural que conlleva.



"Para hacer un vestido o traje de artista hay que conocer al personaje, me gusta mucho ver las películas de época, conocer la cultura de cada país y hasta el idioma. Hay colegas que se fueron a Estados Unidos y pusieron su taller y están haciendo mucho dinero, me dicen que por qué estoy aquí, les digo que uno está donde le gusta y a mí me gusta Victoria".



Después de hacer los trajes militares para Fernando de la Mora, el contacto continuó y siguió confeccionándole trajes para sus presentaciones en el país.



"Los sastres de todo el país tenemos comunicación, luego me recomiendan para un trabajo fuera de la ciudad. A Fernando de la Mora le seguí haciendo trajes y siempre me pagaba bien, me decía 'tú no te fijes en el costo'… Esa ocasión que vino a Victoria trabajé dos días completos en sus trajes, recuerdo que no dormí".



Con la falta de circulante desde hace varios años en la capital tamaulipeca, los clientes del sastre Sergio son los gorditos que no encuentran ropa de su talla en las tiendas, los muy flaquitos, los muy altos y los muy bajitos.



"También siguen mandado hacer los trajes para novio o los smoking, cuyo costo es de dos mil pesos en adelante".



Aquí también se hacen bastillas a los pantalones, se arreglan camisas y ropa para dama.



"La ropa de dama es más fácil que la de hombre a pesar que lleva adornos y drapeados, sólo he confeccionado 4 vestidos de novia, de personas muy cercanas".



Una propuesta del sastre para los gobernantes de Tamaulipas es que abran escuelas donde se enseñen oficios como la sastrería.



"De un oficio siempre se puede vivir, más cuando se trabaja, pero ahorita ya no quieren trabajar. Cuando a mí me faltaba el dinero siempre iba a ver a Don Enrique Cárdenas y le decía ahí tengo unas telas muy finas, y el siempre me sacaba del



apuro diciendo: está bien, 'hazme cuatro camisas'".



Uno de los sastres con más trayectoria piensa que el oficio de la costura nunca va a morir, porque es una de las necesidades básicas de la sociedad y porque nunca se comparará la calidad de un traje "hecho a la medida", que uno de fábrica.