Juegan con fuego

Este lunes, miles de agricultores y ganaderos bloquearon la carretera Victoria-Matamoros, a la altura de San Fernando, y otros tantos en Río Bravo “tomaron” las oficinas de Aserca, la instancia gubernamental encargada de apoyar la comercialización agropecuaria.



Los primeros exigían el pago de adeudos de subsidios por más de mil millones de pesos, y los segundos demandaban dar marcha atrás a la intención del Gobierno federal de reducir en 22 mil millones de pesos el presupuesto para el campo en el 2017.



En ambos casos hay un común denominador: el hartazgo de la gente del campo contra la política agropecuaria implementada por el Gobierno federal y secundada por los Estados.



Ocurre porque, durante años, el Gobierno en su conjunto ha ninguneado y pisoteado a quienes producen gran parte de los alimentos que consumimos los mexicanos.



No sólo les regatea los subsidios, sino que tampoco se los paga a tiempo.



Todo ello tiene al medio rural sumido en una crisis de pobreza abrumadora, lo cual no está dejando otra opción a las familias que migrar hacia las ciudades, en una alternativa desesperada por encontrar un medio de sobrevivencia.



De hecho, hay voces de alerta surgidas desde las mismas organizaciones de productores, y aceptadas por funcionarios públicos, sobre el riesgo de que a la vuelta de pocos años no haya quien siembre las tierras y convierta a las comunidades rurales en pueblos fantasma.



Es así porque las nuevas generaciones en el medio rural no tienen el mínimo interés en la actividad agropecuaria, en virtud de que eso los condenaría a la pobreza. La mayoría está prefiriendo buscar mejores opciones en las ciudades.



Por esa y otras razones, los hombres del campo se están jugando su última carta al todo o nada. Saben que bloquear carreteras y “tomar”oficinas gubernamentales es un delito, pero el riesgo parece no importarles.



El punto es que, pese a la obviedad de la indignación campesina, en el Gobierno parecen no advertir el peligro que ello implica.



Como si les gustara jugar con fuego, desde el escritorio de Sagarpa y desde las curules legislativas, hay muchos que insisten en subestimar las señales de alerta que envían movilizaciones de protesta como las ocurridas ayer en Tamaulipas, y que sólo son una réplica de otras sucedidas en los meses recientes.



Esperemos que luego no se vayan a andar lamentando de las consecuencias de tanta insensibilidad y tanto maltrato al campesinado.



EL RESTO



Por cierto, es de risa el argumento que usan los titulares de algunas instancias de Gobierno para descalificar las movilizaciones de productores.



“Están manipulados (los campesinos) políticamente”, escuché pretextar recientemente a un funcionario, como si los adeudos de subsidios y el proyecto de presupuesto para el campo no trajera una reducción de 22 mil millones de pesos para el año entrante.



O como si la pobreza en el campo fuera un invento.



Lo único cierto es que quienes recurren a esos argumentos sólo tratan de justificar su incapacidad para evitar el estallido de las protestas.



ASÍ ANDAN LAS COSAS



roger_rogelio@hotmail.com