El cuarto que vuelve loco a cualquiera

Nadie ha aguantado más de una hora en el lugar más silencioso del planeta sin volverse loco
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Existe en el planeta un lugar tan silencioso que es capaz de absorber la mayoría de los sonidos. Ese silencio provoca tal tensión en nuestro cerebro que puede llevar a la locura. La cámara de la que hablamos es un espacio artificial, una habitación escondida y creada por la mismísima Microsoft.



Un susurro humano es de unos 30 decibelios, mientras que el sonido de alguien que respira normalmente es de tan sólo 10 decibelios. Así nos aproximamos al límite de lo que debería ser posible lograr sin crear un vacío, es decir, el ruido producido por las moléculas de aire que chocan entre sí a temperatura ambiente y que se estima en -24 decibelios.



El límite del oído humano se cree que es de alrededor de 0 decibeles, claro que sólo porque nuestros oídos no puedan recogerlo, no significa que no exista sonido presente, por tanto, es posible obtener un valor negativo.







Hablamos de lo que se conoce como cámara anecoica, una sala diseñada específicamente para absorber en su totalidad las reflexiones producidas por ondas acústicas o electromagnéticas en cualquiera de las superficies que la conforman (paredes, suelo y techo). No sólo eso, la cámara se encuentra aislada del exterior de cualquier fuente de ruido o influencia sonora externa.



La combinación de estos dos factores implica que la sala emule las condiciones acústicas que se darían en un campo libre, ajeno a cualquier tipo de efecto o influencia de la habitación fruto de dichas reflexiones. El rango de frecuencias de la cámara anecoica suele ser desde aproximadamente los 200 Hz a los 20 kHz, con una absorción superior al 95%. Además, cabe destacar que existen dificultades en las frecuencias más bajas a causa de la respuesta de los materiales absorbentes y de las dimensiones de la cámara.







CÓMO SE PIERDE EL CONTROL POR CULPA DEL SILENCIO



En el año 2012 la cámara anecoica creada por los Laboratorios Orfield (Minnesota) entraba a formar parte del libro Récord de los Guinness como el primer espacio en el planeta capaz de absorber el 99,99% de los sonidos (tenía niveles de ruido de -9,4 decibelios). La paradoja en la sala se producía si un humano entraba en ella. Debido a sus características, nadie podía permanecer más de 45 minutos escuchando el silencio imperante.



¿Cómo? Muy sencillo. Los investigadores llegaron a la conclusión de que los efectos de pasar tanto tiempo en una cámara de estas características pueden llegar a provocar tal tensión en nuestro cerebro como para llevarnos a la locura. Al parecer, cuando se elimina completamente el sonido (o casi) de una sala, nuestro oído hace todo lo posible por encontrar una nueva fuente de sonido.







Reflexión del sonido en las paredes en una cámara anecoica. Wikimedia Commons

En ese instante se produce algo sorprendente: nuestro organismo pasa a ser la mayor fuente disponible, como consecuencia, el cuerpo hace de generador de todo, desde los latidos del corazón hasta nuestras tripas o el sonido de nuestra respiración.



Esto puede acabar produciendo una pérdida del control de nuestra mente, tanto como provocar efectos en el equilibrio. De hecho, esos 45 minutos son el límite marcado por la persona que había permanecido más tiempo en el interior de la cámara de Orfield antes de dar síntomas de locura.



LA CÁMARA DE MICROSOFT



Poco después surgía la habitación que ostenta todos los récords de “silencio”. La cámara construida está escondida en las profundidades del Edificio 87 en la sede de Microsoft en Redmond, mismo espacio en donde se encuentran los laboratorios de hardware de la firma.



Allí, los ingenieros de Microsoft construyeron una cámara anecoica para ayudarles a probar los equipos nuevos que estaban desarrollando, desde la construcción de altavoces para sus tabletas y portátiles Surface, hasta la mejora en el rendimiento de las llamadas en Skype sin contaminación por ruido exterior.



En 2015 establecieron el récord mundial oficial de silencio cuando el nivel de ruido de fondo en el interior se midió en -20.6 decibeles, justo “en el borde la física”, como le gusta decir a Microsoft.







Para que nos hagamos una idea, el espacio se encuentra en el corazón de seis capas que ayudan a bloquear los sonidos del mundo exterior. Esta especie de nido de habitaciones dentro de las habitaciones (cada una con paredes de hasta 30 centímetros de grosor) ayuda a reducir el ruido que llega a la cámara. Por ejemplo, si un avión estuviera despegando justo fuera del edificio, se oiría poco más que un susurro dentro del bunker de hormigón donde está la cámara.



Una vez que la puerta de la cámara está sellada con un humano dentro, inmediatamente nota la diferencia: su voz deja sonar, simplemente porque no está rebotando en las paredes. Todo el ruido de fondo desaparece totalmente. Quienes han entrado dicen que hablar normalmente es una sensación parecida a gritar en una almohada, el ruido apenas viaja.



Es curioso, el hombre ha creado el lugar más silencioso del planeta. Pero también ha creado un espacio donde el bendito silencio ha dejado de ser sinónimo de paz para convertirse algo capaz de alterar nuestra mente hasta el punto de quebrar nuestra percepción (y razonamiento) de las cosas.