LA MASCOTA DEL GATO 

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Cuando no había computadoras, los gatos ya eran virtuales. Viven y no viven con nosotros. Su existencia ocurre junto al plato de croquetas y sitios alternos a los que no tenemos acceso. Esta manera de entrar y salir de nuestras vidas hizo que Julio Cortázar conjeturara que los gatos son teléfonos; se acercan a nosotros cuando tienen algo que comunicar y luego se dirigen a otros rumbos. No es casual que se hayan convertido en las mascotas favoritas de las redes, pues no siempre tenemos el password para llegar a ellos y se comportan como simulacros de sí mismos.

La idea de que los gatos tienen varias vidas proviene de su elasticidad y su peculiar manera de sortear los desafíos de la gravedad, pero también de su capacidad para habitar mundos paralelos de los que suelen regresar con el pelambre alebrestado.

En inglés, los gatos disponen de nueve vidas, que Shakespeare celebró en "Romeo y Julieta". Más pobres, los países hispanohablantes les quitaron dos vidas. Aun así, su existencia es múltiple; no necesitan asumir un avatar en "Second Life" o un alias en internet para tener otra personalidad.

Los felinos caseros conservan rasgos de la remota especie que les dio origen. Algunos maúllan hasta que su dueño abre la llave del fregadero. Este exigente gesto proviene de sus abuelos los tigres, acostumbrados a beber el agua corriente de los ríos, más limpia que la de un charco cualquiera. De manera elocuente, en su poema "Gato", escribió José Emilio Pacheco: "Ven, acércate más. / Eres mi oportunidad / de acariciar al tigre". Nuestra doméstica mascota lleva en su interior otro animal posible: el tigre remoto.

Si los gatos conviven con los humanos es porque decidieron domesticarse a sí mismos. Sufrieron los rigores de la vida silvestre hasta que su astucia los convenció de que valía la pena compartir la vida con personas que tenían una vaca o leche en el refrigerador. No lo hicieron con la sumisión de una especie nacida para el corral o las competencias de alto pedigrí, sino con el desapego de quien está en el sofá sabiendo que podría estar en otra parte.

El gato disfruta las caricias que le erizan el pelo, pero elige cuándo recibirlas. Su ronroneo es un triunfo de la voluntad. La naturaleza no ha encontrado mejor modo de vincular la dicha con el libre albedrío.

Durante mucho tiempo, los gatos no tuvieron tan buena prensa como los perros, pues no sirven para sacar patos del agua, conducir ciegos, jalar trineos o detectar ladrones. Carecen de la utilidad de los que reciben órdenes. Son animales de compañía, pero nos miran con un criterio que va del rigor al fastidio. "Óyeme como quien oye llover, / ni atenta ni distraída", pide Octavio Paz. Así oyen los gatos, testigos de la lluvia.

Ciertos países les han dado rango especial. En Roma, el Coliseo se ha convertido en un santuario donde los gatos disfrutan los antipastos dejados por los vecinos. En Japón, la literatura los inmortalizó en "Soy un gato", de Natsume Soseki, y la cultura de masas les agregó las vidas del gato cósmico Doraemon y Hello Kitty, reina mundial del merchandising. En Estambul, son tan omnipresentes que Orhan Pamuk describe la soledad de una calle diciendo que en ella ni siquiera había un gato.

Sobran ejemplos de la presencia de los gatos. Sin embargo, ocupaban un lugar menos predominante que los perros hasta que internet cambió las cosas. En YouTube tienen más de 26 mil millones de vistas. Aunque las búsquedas relacionadas con los perros son superiores, el efecto viral de los gatos es cuatro veces mayor. La explicación parece sencilla. Los perros estimulan la interacción -regresan la pelota que les lanzas- mientras que los gatos piden ser vistos. Desde hace milenios, los muros del antiguo Egipto consagraron su elegancia. Ahora, internet crea la ilusión de que entramos en su vida. Se trata, desde luego, de una fantasía, pero son muchos los que la comparten.

Los dueños de los perros se conocen en los parques. Esta socialización es imposible con mascotas que se resisten a ir con nosotros. Para el clan gatuno, internet cumple la función del parque canino. Paseamos a los gatos en línea y eso sirve para hacer amigos (ellos nos presentan a nosotros).

Cuando un gato frota su lomo contra tu pierna, sientes que al fin mereces su afecto. Independiente en extremo, revela que eres su mascota.