¿Vale la pena?

AMLO tiene de su lado a la opinión pública en su objetivo de regresarle el monopolio eléctrico a la CFE. Por eso quiere usar el tema energético como ariete electoral.

Hay un cierto apoyo mayoritario, pero sin mayor entusiasmo. Las preocupaciones de la población son la inseguridad y el estado de la economía.

La política energética de AMLO cuesta recursos fiscales, obliga a pagar una electricidad más cara y contaminante e impacta negativamente al crecimiento económico, aunque una parte de la población no tiene cómo darse cuenta de esto. Los costos, sin embargo, aumentarán dado el conflicto con nuestros principales socios comerciales desatado por la política energética de AMLO.

Fiel a su estilo, AMLO ha hecho de un asunto técnico-legal uno político: la presunta defensa de la soberanía. Aunque con su peculiar ambigüedad: defendiendo por un lado la importancia del T-MEC, pero insinuando que está dispuesto a pagar el costo de un conflicto comercial. En esto también trae hoy a la mayoría de la opinión pública de su lado.

En el llamado a consultas de Estados Unidos y Canadá por nuestra política energética, el crudo ni se menciona. Nuestra Constitución y el T-MEC son claros al respecto: los hidrocarburos son propiedad de los mexicanos. Estados Unidos y Canadá simplemente demandan que se cumpla un principio fundamental del T-MEC: todas las inversiones deben ser tratadas por las autoridades de forma no discriminatoria. Hoy, por ejemplo, Pemex puede vender diésel con alto contenido de azufre; una empresa privada, no.

No creo que AMLO vaya a anunciar la salida de México del T-MEC el 16 de septiembre. Pero está atizando el fuego. El tratado debe ser ratificado en el 2026. Lejos de pelearse deberíamos estar construyendo puentes para generar las mejores condiciones políticas para impulsar su permanencia.

El T-MEC es el motor de la economía. No sólo en manufacturas y en ciertos productos agropecuarios, sino en servicios turísticos o vía remesas. Sin tratado, la integración entre las dos economías continuaría, pero la mexicana pagaría un alto costo, pues este es el articulador del intercambio comercial.

Un mundo de reglas claras es particularmente importante para el país más débil. Paradójicamente, sin T-MEC acabaríamos con menor soberanía, pues estaríamos más expuestos al poder arbitrario de Estados Unidos.

AMLO ha ido tejiendo su estrategia electoral, primero acusando de traidores a la patria a los diputados que votaron en contra de su reforma energética, y ahora haciendo lo mismo con quienes no aplauden su política energética. ¿Podrá AMLO hacer de la defensa de dos empresas estatales ineficientes, Pemex y CFE -voraces consumidoras de recursos fiscales cuyo uso alternativo podría ser mejorar el sistema de salud, y con pensiones y salarios superiores a los de mexicanos en trabajos similares-, el eje electoral del 2024? No lo sé, pero generar confusión en los inversionistas en un momento de tanta incertidumbre en la economía mundial es un error.