REPORTE MÉDICO 

Antes que nada, permítanme agradecerles su interés por mi precaria salud respecto de una insospechada fatalidad, la cual hizo presa de todo mi aparato digestivo. Sí, sí, todo, desde el esófago hasta donde termina el intestino grueso.

Nunca imaginé que el hígado tuviera tanta importancia, por algo Monsiváis solía decir de una familia prepotente y desagradable que se trataba de una "Familia Hígado".

Al llegar a un prestigiado hospital del sur de la ciudad de inmediato fui sometida a una batería de preguntas, interrogatorios, pruebas, exámenes, chequeos... y diversas maniobras con el objeto de tener una idea de lo que me pasaba.

Para ello tuve que soportar múltiples inyecciones, tomas de sangre y de otros líquidos, lo que me convirtió en un verdadero alfiletero. Esto me hizo recordar el cuadro de Frida Kahlo titulado "Unos Cuantos Piquetitos".

El aparato digestivo es un universo compuesto por varios órganos, de los que probablemente sea el hígado el más complejo y el más grande.

Entre más me explicaban lo que me iban a hacer, menos comprendía yo por qué y para qué. Me sonaba tan extraño que los múltiples síntomas y signos que padecía estuvieran relacionados con todos esos órganos...

Y me sonaba aún más extraño que mi pobre organismo tuviera tantos órganos encerrados en mi abdomen; el intestino grueso, el intestino delgado, la vesícula biliar, el hígado tan mencionado, el peritoneo, etcétera, etcétera, etcétera.

¿Cuáles de estos componentes eran los que me hacían sufrir desde vómitos hasta diarreas innumerables muchas veces al día, con la consiguiente baja de peso? Me sentía verdaderamente impotente y con muchas incertidumbres, las cuales todavía persisten hasta el momento actual.

He de decir que este cuadro, como le llaman los médicos, lo llevo padeciendo desde hace un par de años. Y ya he visitado médicos de todas las especialidades, desde gastroenterólogos hasta dentistas, pasando por acupunturistas, psiquiatras y hasta profesionales de la medicina oriental.

Ayer que hablé con Elena Poniatowska no pude evitar derramar lágrimas y lamentaciones. La sentía tan cercana y empática y me ha acompañado tantas veces en mis malos y buenos momentos, que le lloraba como si tuviera 9 años, buscando consuelo materno sin darme cuenta de que era yo una mujer de 75 años.

Ésta es una de las consecuencias de estar enferma, ya que se da uno cuenta de que los años por vivir pueden ya no ser tantos. No hay duda de que Elenita cuenta con un don, sabe expresar la compasión y sabe estar cerca de los desvalidos, de ahí el éxito de sus novelas.