DELIRIO DE GRANDEZA

El discurso del lunes de Vladimir Putin sobre Ucrania devela una mentalidad colonizadora, capaz de reescribir el pasado a su conveniencia. A los ucranianos no los ve como iguales a los rusos, ni dignos de tener un país propio.

Como muchos fundamentalistas en tiempos de vacas flacas, Putin se escuda en un pasado glorioso para evitar que la gente pida un cambio de régimen.

Las alusiones a los zares, a la Iglesia Ortodoxa Rusa, a la vastedad de la Unión Soviética y al origen ruso en Ucrania son delirios de grandeza que repiten los errores de la URSS.

Se nos olvida que Putin controla Rusia desde diciembre de 1999. En todo este tiempo lo normal es que su figura se desgaste y pierda popularidad. Pero el espía que vino de la Guerra Fría, y que persiste en su idea de una Rusia imperial, no tiene problemas en reprimir y usar cualquier método para mantenerse en el poder y "vengar" a su país de la humillación sufrida con la caída del muro de Berlín y la fragmentación de la Unión Soviética.

Por cierto, el historiador británico Eric Hobsbawn (1917-2012) sostenía que una de las razones por la que la URSS había fracasado es porque se enfocaba demasiado en la industria pesada del armamento militar, clave para la guerra armamentista contra Estados Unidos, pero descuidaba la industria del consumo.

Los soviéticos preferían fabricar tanques y misiles que planchas y licuadoras. Es decir, que era un sistema pensado en las necesidades del Estado y del Gobierno, no del ciudadano.

Por eso, Alemania Oriental, Polonia y el resto de las repúblicas de Europa del Este se liberaron del yugo soviético en cuanto pudieron, y las que pudieron se apuntaron a la Unión Europea y la OTAN.

Ésa es la lección de la Guerra Fría que Vladimir Putin no ha querido entender, aunque la haya visto de primera mano en Berlín en 1989: un Estado no puede existir a costa de sus ciudadanos.

Putin, que todavía tiene la mentalidad de la época soviética, reprime las libertades de los rusos, empezando por la libertad de prensa y la libertad de expresión, obligando a los medios a la autocensura o la manipulación para que la gente no tenga críticas hacia su Gobierno.

En el ranking de libertad de prensa de Reporteros Sin Fronteras ocupa el lugar 150 de 180. Quienes no sigan la línea del Kremlin enfrentan cárcel e intimidaciones y son etiquetados como "agentes externos".

Sin olvidar a periodistas valientes como Anna Politkóvskaya, que fue arrestada, envenenada (sobrevivió) y luego acribillada afuera de su domicilio en 2006 por reportar de manera crítica sobre la guerra de Chechenia.

Los rusos son prisioneros de Putin, que ha conseguido que acepten su mentalidad anacrónica. Cierto, a nadie le gusta ser perdedor y para él ha sido difícil aceptar que perdieron la Guerra Fría.