EL AÑO DEL ORÉGANO 

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La Feria Internacional del Libro de Guadalajara de 2021 será recordada por el aroma del orégano. Las salas de exhibición reabrieron sus puertas bajo un cuidadoso dispositivo de seguridad. Para entrar, había que recibir un rocío que olía al ingrediente primordial del pozole.

El olfato es uno de los sentidos más castigados por el coronavirus. Respirar el fragante orégano fue un gesto de vitalidad que abrió el apetito lector.

Durante la pandemia las ventas de libros cayeron en 25 por ciento. A diferencia de países que aprovecharon el encierro para leer más, nosotros releímos o buscamos otros pasatiempos. Estamos ante una de las muchas costumbres gregarias del país. La lectura es una actividad solitaria, pero se fomenta de manera colectiva. La valoramos cuando nos congrega.

Paso a otra sorpresa de la FIL de 2021. Después de recibir la brisa desinfectante, había que pasar por un filtro de seguridad. En mi tercer recorrido, vi una caja que contenía los objetos provisionalmente decomisados a los lectores. ¿Qué había ahí?

Suspendo la revelación para hacer un paréntesis. El 27 de febrero de 2010 un temblor de 8.8 grados me despertó en Chile. Como los demás huéspedes del hotel, salí a la calle con lo que tenía puesto. Gracias a esa sacudida descubrí las muy diversas ropas con las que duerme la gente y entendí que el sueño es una muy variada forma del capricho.

En Guadalajara descubrí otra costumbre. Me asomé a la caja de las cosas prohibidas y encontré decenas de desodorantes en aerosol, algunos de tamaño familiar. Mucha gente va a la FIL a perfumarse. Los libros nos reúnen en una proximidad que exige oler bien. Los desodorantes decomisados confirman lo mucho que a los lectores les importa estar con otros lectores. Por razones de seguridad, nadie pudo rociarse con esencia de vetiver, pero todos fuimos condimentados con orégano.

En unos días volveremos a los sitios donde leemos a solas, pero aun entonces tendremos una compañía implícita. La buena lectura exige ser recomendada. No conozco al lector que murmure para sí mismo: "Este libro es magnífico, que nadie se entere".

Gabriel Zaid comenta con acierto que la mejor forma de promover un libro consiste en introducirlo en la conversación de la gente, y todo indica que en México la necesidad de compartir la experiencia personal es mayor que en otros sitios; leemos para encontrarnos con una voz distante que incluimos en el circuito del afecto.

La página es el sitio más satisfactorio para estar a solas, del todo distinto a los restaurantes donde la estruendosa música ambiental procura impedir que el cliente caiga en el pavor de estar consigo mismo.