TRAGEDIA GRATUITA

"Nada es gratis en esta vida".

Epícteto, Enquiridión
 
 
¿Quién podría cuestionar la decisión de hacer gratuitos todos los medicamentos en nuestro país? Es una de esas medidas que parecen destinadas a arrancar un aplauso entusiasta y generalizado de la población.

El camino a las tragedias, sin embargo, suele estar pavimentado de buenas intenciones. El mandato de gratuidad se ha convertido, en efecto, en un factor muy importante en la escasez de medicamentos que ha afectado a los pacientes de las instituciones públicas de salud.

Una y otra vez el Presidente López Obrador ha señalado que su reforma del sistema médico busca garantizar el derecho a la salud, que él confunde con la gratuidad de los medicamentos (como si el derecho a la vivienda fuera equivalente a regalar casas), y por eso ha afirmado que, ya que ha decretado que todas las medicinas en las instituciones públicas se entreguen gratuitamente, México ya tiene un sector salud similar al de Dinamarca o Canadá. Paradójicamente, este énfasis en la gratuidad está dejando sin medicamentos a muchos usuarios del sector salud.

"Es un absurdo del más alto nivel", me explica Xavier Tello, especialista en políticas de salud, "un callejón sin salida que se puso AMLO".

En México siempre ha habido problemas para conseguir ciertos medicamentos o insumos médicos, pero "los pacientes antes tenían la opción de comprar sus medicamentos, insumos o sacarse rayos X por fuera de los hospitales, si no había existencias. Precisamente para pagar eso existía el Seguro Popular. El hospital compraba cosas de forma 'extraordinaria' y al Seguro Popular le correspondía pagar".

El Presidente, sin embargo, eliminó el Seguro Popular mientras se comprometía a entregar todos los medicamentos para todas las enfermedades de manera gratuita.

"Esto es un absurdo", afirma Tello, "es imposible. No hay dinero en el mundo que alcance para eso, ni en ningún país sucede sin un copago del paciente".

Efectivamente, ni Dinamarca ni Canadá, los países que el mandatario ha utilizado con frecuencia como ejemplos, ofrecen medicamentos gratuitos para todos. Los seguros de salud de los dos países aportan reembolsos por la compra de medicamentos, pero no siempre del 100 por ciento. Los pacientes o sus familiares tienen que hacer copagos. Tanto Dinamarca como Canadá, por otra parte, tienen un gasto público en salud superior al 10 por ciento del PIB, mientras que el de México apenas llega a 2.7 por ciento.

Ya sin el Seguro Popular, el Insabi autoriza hoy todos los medicamentos que se compran, pero además prohíbe que se soliciten aportes a los pacientes para no violar la gratuidad. La consecuencia ha sido una fuerte escasez de medicamentos en el sector público, pero el problema se agrava porque se prohíbe a los pacientes y a sus familiares comprar los medicamentos.

El Gobierno federal ha tomado incluso la decisión de ordenar a los médicos que no emitan recetas de medicinas no disponibles en las instituciones públicas para que los familiares no puedan salir a comprarlas en otros lugares. Esto condena cruelmente a los pacientes a sufrimientos innecesarios o incluso a la muerte.

"Al final, el Gobierno no te da, pero te prohíbe tener", dice Tello, "y todo porque quiere quedar inmortalizado en el discurso con que tiene servicios de salud 100 por ciento gratuitos".

La verdad es que, con este intento de ofrecer una gratuidad imposible, está negando a los pacientes el mismo derecho a la salud que pretende garantizar.