REGRESAR AL CAMINO CORRECTO 

Como habíamos quedado, estamos en tiempo de hablar de temas y no de personas. Aunque hay mucho que comentar acerca de la política, puede ser bueno dejarla de lado unas semanas para concentrarnos en los asuntos económicos y sociales que, al final, son lo relevante. Ni la consulta de agosto (según acerca de expresidentes, pero en realidad algo inútil), ni la de marzo (revocación) merecen atención, ni mucho menos asistencia a las urnas. En junio próximo seis estados decidirán nuevos gobernadores (gobernadoras), algo importante en lo local, y con un reflejo en lo nacional. Pero tenemos un tiempo libre de esos asuntos, y hay que voltear a ver eso del bienestar, que parece haberse reducido mucho recientemente.

Por muchos años hubo personas que insistían en que México estaba sobrediagnosticado, y que lo que se requería era tomar decisiones. Sí había muchos diagnósticos parciales y uno que otro más global. En estos últimos, las dificultades tenían que ver con falta de Estado de derecho (cumplimiento de la ley, leyes inadecuadas, seguridad), educación, competencia y fallas en mercados específicos (energía, financiero, laboral). Para enfrentar eso se llevaron a cabo las reformas estructurales pendientes, que fueron exitosas porque quitaron privilegios a grupos, pero que no se supieron vender adecuadamente a la población. En consecuencia, esos grupos damnificados se sumaron a una candidatura de oposición que les garantizara la reversión de las reformas, y en eso estamos.

Los críticos de las reformas, y en general de la orientación económica de México en los últimos 25 años insisten en que se crecía poco, y pobreza y desigualdad aumentaban. Ambas cosas son erróneas. Los datos de pobreza y desigualdad pueden revisarse en las publicaciones de Inegi y Coneval, y es muy clara la tendencia, desde 1996, a una reducción en ambas dimensiones. No al ritmo que uno quisiera, pero con la tendencia correcta.

En cuanto al crecimiento, es cierto que desde 1980 México apenas logra una tasa de 2.4 por ciento anual promedio (hasta 2018, luego todo ha empeorado). Sin embargo, hay una gran diferencia regional, que ya hemos comentado muchas veces. Al norte del paralelo 20 las entidades crecen más (en general) y al sur crecen menos. En ambas regiones hay excepciones: Nayarit, Durango y Sinaloa, por ejemplo, no crecen como sus vecinos; Puebla crece más que los suyos.

Quienes viven en el sur de México (desde Ciudad de México hasta Chiapas) llevan décadas con un crecimiento inferior al promedio nacional, y por esa razón no están convencidos de que la orientación económica que tuvimos en esas décadas sea una buena idea. A ellos no les iba bien. Por eso han apoyado desde hace mucho al grupo que hoy está en el poder (o específicamente, a López Obrador). Hoy pueden ver que el problema no está en esa orientación nacional, porque siguen creciendo menos que los demás.

De hecho, lo que hoy vemos confirma que las dificultades detectadas hace 15 o 20 años, que llevaron a las reformas estructurales, son verdaderas. Los mercados concentrados suelen ser ineficientes, y cuando éstos se encuentran al inicio de las cadenas productivas, como es el caso de energía, finanzas y laboral, esa ineficiencia se traslada al resto de la economía. Por eso hay que fomentar la competencia en ellos de manera especial.

Y por encima de todo, los dos temas de mayor importancia son la construcción de un verdadero Estado de derecho y de las capacidades del Estado para proveer los bienes básicos: educación, salud, seguridad y redistribución de oportunidades.

En este momento, hemos empeorado en todos estos renglones, y por eso seguimos muy por debajo del nivel que tuvimos en 2018. Vamos discutiendo cómo recuperar el camino correcto.