VACUNACIÓN, OTRO FRACASO 

 

El 23 de diciembre llegó a México el primer lote de vacunas, proveniente de Pfizer. Lo sabemos porque se hizo un gran evento de recepción, casi como si fuese una visita de Estado. De hecho, han seguido representando actos mediáticos cada vez que llega un lote, del tamaño que sea. Por otra parte, se le ocurrió al Presidente construir brigadas de vacunación, que constan de cuatro personas de la Secretaría del Bienestar, cuatro militares, dos personas que realmente vacunan, y dos voluntarios que nadie sabe de dónde salen, ni qué hacen.

Al día de hoy, hasta donde es posible saber, se han aplicado cerca de medio millón de dosis, pero menos de diez mil personas han recibido las dos que garantizan un elevado porcentaje de inmunidad. Si se desea cumplir el calendario propuesto en el 'plan de vacunación' que se presentó en diciembre, es necesario vacunar dos millones de personas por semana, para cubrir los poco más de 40 millones de mexicanos mayores de 40 años al 31 de mayo. Pero como debe ser doble dosis, con una separación de tres o cuatro semanas, la cifra deberá de duplicarse hacia finales de febrero.

Hasta aquí, hay varios asuntos que deben discutirse. Primero, el afán celebratorio de la llegada de las dosis. Segundo, la idea de las brigadas, que no son necesarias, y en las cuales la presencia de personal de la Secretaría del Bienestar tiene fines claramente electorales. Para quienes son ya mayores, son ejemplos del retroceso a los años setenta. Tercero, el rechazo a vacunar a personal médico de instituciones privadas, e incluso a que puedan colaborar en la vacunación. Cuarto, el desorden generalizado.

Lo más grave es la falta de transparencia en todo el proceso. No se sabe con certeza cuántas dosis han llegado, cuántas se han aplicado, quiénes las han recibido, y cuál realmente será el calendario, ahora que Pfizer anunció un retraso en la entrega, producto de la ampliación en su planta de Bélgica. Al respecto, en nada ayudan las mentiras del Presidente, que afirma que México aceptó debido a que se utilizarán en países pobres.

Después de que el manejo de la pandemia ha sido uno de los peores en el mundo, y que la respuesta del gobierno frente a la crisis económica ha sido prácticamente la peor, no debe sorprender que tampoco sean capaces de administrar adecuadamente el proceso de vacunación. Tampoco debería serlo el que se utilice con fines electorales, puesto que sabemos que López Obrador ni es demócrata, ni respeta las leyes.

Sin embargo, que México tenga en este momento cerca de 400 mil muertes en exceso, cantidad similar a la que tiene Estados Unidos con casi el triple de población, y que en ese contexto se privilegie la elección por encima de la salud de los mexicanos, no creo que merezca otro calificativo que criminal.

Es indispensable que se establezcan procedimientos claros para la vacunación, sin brigadas con intención electoral, sino con lugares establecidos, fechas claras, procedimientos para control y garantía de segunda dosis. Para ello, necesitamos saber cuántas dosis hay realmente disponibles y en qué fecha (más allá de posibles fallas de suministro, que pueden explicarse con toda claridad). En esto no se pueden incluir vacunas que no han sido liberadas por la comunidad médica, como es el caso de CanSino y Sputnik en este momento.

Si bien es totalmente inaceptable que no puedan decir con certeza cuántas personas hay contagiadas, cuántas han fallecido, qué porcentaje real de camas libres hay, será todavía peor que no puedan hacerlo con un proceso que México manejó casi a la perfección por décadas: la vacunación.