Nuestra política

Muy lejanos se ven los tiempos en los cuales la política era la competencia entre posturas y proyectos diversos, y los partidos se definían por sus programas, postulados e ideas.

Lo que en momentos de elecciones se perfilaba para los electores como un abanico de opciones e identidades ideológicas, hoy, bajo el pragmatismo y el oportunismo político imperantes, las fuerzas políticas ofrecen el espectáculo de cocinar todo tipo alianzas y pactos con el único interés de conservar, ampliar o arrebatar posiciones de poder.

Lo que menos menos importa es contribuir a formar ciudadanía mediante la participación política y electoral, el debate de las ideas y la reflexión sobre las opciones programáticas que se ofrecen.

Poco interesa que la falta de deliberación empobrezca la vida democrática y que los ciudadanos terminen reducidos a meros votantes instrumentalizado en tiempos electorales.

Pactos y negociaciones han existido siempre en la política democrática, y llegar al poder y mantenerse en él ha sido el objetivo primordial de los partidos, pero lo que presenciamos ahora es la política convertida en un carnaval de arribismos y chapulineo desvergonzados.

El desgaste de los partidos en la vida política no es un fenómeno exclusivo de México. Muchos estudiosos reconocen que los partidos políticos viven una crisis que los enfrenta al reto de asegurar su pertinencia futura en sociedades que también experimentan cambios profundos y extensos.

Laurence Debray, autora del libro "Hija de Revolucionarios" e hija del intelectual y filósofo francés Régis Debray, preso en Bolivia en 1967 por su involucramiento con la malograda guerrilla del Che Guevara en ese país, afirma que en Francia el sistema de partidos de izquierda y derecha "se ha derrumbado" y que la gente ya no acepta la jerarquía de un partido político.

"Hay otras formas de hacer política", señala, "que no pasan por la ideología y un partido".

En México vivimos algo similar, aunque los partidos, preocupados por no desaparecer del mapa político, siguen maniobrando y muestran sus peores formas y prácticas.

Los ejemplos abundan. Alianzas que se tejen y destejen en la más pura lógica de los intereses inmediatos y las urgencias locales, sin intención alguna que tengan congruencia con aquellas que se forjan en otras entidades; partidos, como el Verde, que se ofrecen una y otra vez de comparsa al mejor postor, cuyo perfil político será distinto según sea la elección y el lugar; fuerzas dispersas, contradictorias y sin definición ideológica, como Morena que hoy gobierna, que fluctúan entre el discurso populista y social, los desplantes con un inequívoco sustrato religioso y un pragmatismo político que roza con el oportunismo; partidos que en el pasado definieron la contienda política y el rumbo nacional, como el PRI y el PAN, que no levantan vuelo y optan por establecer pactos con partidos otrora antagónicos, como el PRD.

Nuevo León es un ejemplo de ello. Ante los comicios de 2021, sorprenden las alianzas que se tejen y sus métodos para conseguirlo.

Mientras que Morena exhibe su división local ante la presunta imposición presidencial de que su candidata al Gobierno estatal sea, no Tatiana Clouthier, sino la popular Alcaldesa de Escobedo, Clara Luz Flores, quien recién este año puso fin a su militancia de 22 años con el PRI y ha afirmado curiosamente que de ser elegida gobernará con sus propias ideas, el PAN y el PRI, ahogados en sus grillas internas fueron incapaces de concretar una alianza, y Movimiento Ciudadano apuesta a irse por la libre con la aparente y mercadotécnica candidatura de un joven y controversial Samuel García.

Las demás pequeñas fuerzas deberán, como la política actual manda, acomodarse, negociar, prometer y recibir apoyo para seguir participando del pastel electoral.

Si este panorama no deja de causar sorpresas, nos falta todavía ver cómo le harán las distintas fuerzas para cumplir con el imperativo legal de proponer candidaturas que cumplan y promuevan la paridad de género en todos los niveles.