Leduc, el insurgente

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En 1973, Paul Leduc dio nuevo aliento a un tema que ya parecía más cercano a la burocracia que al arte: la Revolución Mexicana. En el escritor John Reed, protagonista de su primer largometraje, "Reed, México Insurgente", encontró a un perfecto alter ego para explorar una historia que nos define, pero no deja de provocar extrañeza.

Ambrose Bierce escribió con ironía: "Ser un gringo en México: ¡eso es eutanasia!". Fiel a ese aforismo, desapareció en nuestro territorio en tiempos de Revolución. Su contemporáneo Reed, se atrevió a conocer el país sin morir en el intento.

Con mínimos recursos, hábilmente dosificados por la productora Bertha Navarro, Leduc logró que una gesta distorsionada por la demagogia se volviera próxima. El escritor Eraclio Zepeda encarnó a un inolvidable Pancho Villa, capaz de explicar las tres formas que un enemigo tiene de ser hijo de puta. En otra escena, que cifra el sentido de la película, el periodista Luis Suárez y el fotógrafo Héctor García conversan con John Reed (interpretado por Claudio Obregón) acerca de la fugaz intensidad de los sucesos.

Reflexión sobre la Historia y la manera de contarla, "Reed, México Insurgente" desemboca en una secuencia donde el protagonista no se conforma con ser testigo de los hechos; se acerca a una tienda de artículos fotográficos y rompe la vitrina para hacerse de un arma a su medida: una cámara. La imagen retrata al propio Leduc, el rebelde dispuesto a cambiar el mundo a través de la mirada.

En "Etnocidio: Notas sobre El Mezquital" (1977), Leduc se apoyó en las reflexiones del antropólogo Roger Bartra para ofrecer un testimonio de la pobreza extrema en México. Estructurado al modo de un abecedario, el documental ofrece un catálogo razonado del oprobio.

El doble deseo de captar una realidad adolorida y transfigurarla en una poderosa visión estética, dio lugar en 1983 a "Frida, Naturaleza Viva", protagonizada por Ofelia Medina, que inició la revaloración mundial de la pintora mexicana.

Incapaz de conformarse con sus logros, Leduc ensayó nuevos caminos. En "¿Cómo ves?" reunió historias urbanas de autores contemporáneos con una pista sonora de rock; en "La Flauta de Bartolo o La Invención de la Música" experimentó con la animación, y en "Cobrador: In God We Trust" condensó cuentos del escritor brasileño Rubem Fonseca en un personaje que asume la depredación como un deporte y atropella a quienes considera su tributo.

En los últimos años, Paul se definía como "excineasta". Al margen de una industria demasiado atenta a los compromisos comerciales, buscó otras formas de transformar la realidad. Participó en la Asociación Civil que trató de que María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, estuviera en la boleta electoral de 2018 como vocera de los pueblos originarios, y convocó a reuniones en su casa de la colonia Nápoles con el módico propósito de cambiar el mundo.

Durante un tiempo, José Woldenberg, Margo Glantz, Rolando Cordera, Javier Quijano y yo lo acompañamos en un proyecto para proponer compromisos básicos que propiciaran el Estado de derecho. Apoyado en los trabajos de Vicente Rojo y Rafael López Castro, lanzó una campaña para llenar la ciudad de imágenes que expresaran, a golpe de vista, lo que es deseable o indeseable para el país.

Cada iniciativa comenzaba con un irónico protocolo en el que Paul "pedía audiencia" para hablar de algún tema. Mientras más compleja fuera la realización de un proyecto, más se interesaba en él. A fines de 2019 se apasionó con la posibilidad de que Greta Thunberg viniera a México, aprovechando que la ambientalista tenía actividades en California, y emprendió gestiones para conseguirle un velero. Sólo se detuvo cuando Thunberg adelantó su regreso a Europa.

Volví a ver "Reed, México Insurgente" en el "caracol" zapatista de Oventik, en 2018, durante el festival Puy ta Cuxlejaltic. La copia había sido restaurada, pero no sólo por eso tenía vibrante actualidad. La película trataba de quienes llenábamos ese auditorio de madera: testigos y revolucionarios, militantes y colados de la Historia.

Vimos a Claudio Obregón correr de manera desaforada en un larguísimo traveling para escapar de la metralla y lo vimos llegar al momento culminante en que pasa de escritor a revolucionario y rompe una vitrina.

Paul Leduc vivió para ese instante. Artista de la mirada, resquebrajó el cristal que nos separa de la realidad.