BASURA Y CONTAMINACIÓN

La primera vez que cobré conciencia sobre el impacto de los desechos plásticos en el medio ambiente fue durante un viaje familiar a Michoacán en los 80.

Visitamos la cascada de la Tzaráracua, que se localiza en un cañón de rocas volcánicas que atraviesa el río Cupatitzio.

El paisaje era hermoso, cubierto de bosques, aunque en ese entorno también descubrimos una sorprendente acumulación de envases de plástico que giraban en un remolino formado en un remanso del río tras la caída del agua.

Recuerdo mi asombro al ver aquel montón de basura. Decenas de envases de cloro de escandaloso color verde se concentraban en aquel lugar.

Su origen estaba río arriba. Las personas que lavaban la ropa arrojaban los recipientes vacíos al cauce donde la corriente los arrastraba hasta precipitarse en la cascada y estancarse en aquel vado.

En su momento consideré que era basura que afeaba el ambiente, y que tanto las autoridades como las comunidades causantes de esa situación eran responsables de limpiar el lugar para que conservara su belleza natural.

Hoy que disponemos de más información sobre el plástico y tenemos más conciencia sobre las consecuencias de su uso y abuso en nuestras sociedades, pienso que aquella basura representaba simbólicamente el germen de la contaminación plástica que padecemos globalmente.

Se trata de un problema universal y generalizado que afecta a ciudades, comunidades, campos, ríos y mares. Nuevo León no es la excepción, pues se reportó recientemente que en el Estado los tiraderos clandestinos abundan.

El 8 de junio se celebró el Día de los Océanos, lo que obliga a mencionar el impacto de los desechos plásticos en esas masas de agua.

Cerca de 8 millones de toneladas de desechos plásticos se vierten cada año en los océanos. Los expertos estiman que los mares acumulan 150 millones de toneladas de esos residuos.

La edición de marzo del 2018 de la revista Nature señala que en una zona del Pacífico, entre California y Hawai, flota una gigantesca acumulación de desechos plásticos cuyo tamaño se equipara a la superficie triplicada de Francia.

Los científicos han bautizado a esa mancha como Great Pacific Garbage Patch (Gran Parche de Basura del Pacífico).

Las aguas azules del Mar Caribe tampoco escapan de esta amenaza. También ahí se ha formado una enorme isla flotante de desechos.

Greenpeace afirma que, desde que el plástico empezó a producirse en 1950, se han fabricado unos 8 mil 300 millones de toneladas de ese material.

La industria de las resinas plásticas es una de las más rentables y poderosas del mundo. En 2020 generará ingresos por 654 mil 380 millones de dólares en una producción globalizada en empresas como Bayer y BASF, de Alemania; Dow Chemical, DuPont y ExxonMobil, de Estados Unidos; SABIC, de Arabia Saudita; INEOS Group, de Reino Unido; o Formosa Plastic Group, en Taiwán, entre otros.

El uso del plástico ha transformado nuestros hábitos de vida, producción y consumo.

Casi todo lo que nos rodea tiene que ver con ese material y sus variedades -pet, polietileno, polivinilo, polipropileno, poliestireno-: envases para agua y bebidas embotelladas; charolas para empacar carnes, fruta y verduras; carcasas de televisores y equipos computacionales; vestiduras y recubrimientos interiores de vehículos automotores y aviones; redes para barcos pesqueros, ropa, muebles, envases de medicamentos y productos de belleza.

Las cifras sobre el uso del plástico son impresionantes. Se calcula que a nivel mundial se consumen al día más de mil millones de botellas de plástico y que los fabricantes de bebidas producen unos 500 mil millones de botellas de un solo uso cada año.

En el mundo se utilizan 16 mil bolsas plásticas cada segundo y sólo en los Estados Unidos el consumo diario de popotes de plástico ronda los 500 millones.

Pese a las posturas negacionistas que ponen en duda esa problemática, hoy por hoy el cambio climático y el plástico constituyen los dos principales retos globales para el medio ambiente y nuestro futuro.