Reflexión dominical

En el ritmo litúrgico de la Iglesia Católica, el Miércoles pasado con el “día de la Ceniza” dio inicio el tiempo de la Cuaresma. La cual es un camino hacia la celebración de la Pascua, es decir, la celebración de la muerte y resurrección de Jesucristo. La fiesta principal en la Iglesia Católica, que da sentido a todas las celebraciones del Año Litúrgico.
Hoy se celebra el primer domingo de este tiempo de la Cuaresma. Un camino estructurado según la tipología bíblica de los cuarenta días de Moisés en el Sinaí, de los cuarenta años de Israel en el desierto, de los cuarenta días de ayuno de Jesús antes de comenzar su ministerio público. Un camino dominado por el tema de la conversión.
Las lecturas de la misa de este primer domingo de Cuaresma siguen estas líneas directrices, del bautismo y de la conversión, que son dos aspectos de la misma realidad. El primero subraya la acción salvadora y gratuita de Dios; el segundo presenta la respuesta humana. Al movimiento de Dios, que va al encuentro del ser humano, ofreciéndole liberación y alegría, debe responder el movimiento del “retorno”.
Al bautismo se alude en las dos primeras lecturas de la misa de este domingo. Según una antigua práctica litúrgica, de tipo alegórico, el diluvio se ve como el gran bautismo de la humanidad. Ésta al salir de aquel baño purificador de las aguas, se convierte en una nueva creatura. Y esta humanidad “recreada” puede establecer con Dios una nueva alianza que no se romperá jamás. El signo de la salvación no lo da el ser humano, sino que es dado por Dios quien hace resplandecer en su cielo el arco iris.
De esta meditación tradicional del capítulo 9 del libro del Génesis da testimonio la primera carta de san Pedro (segunda lectura), considerada por los estudiosos como una amplia catequesis
bautismal. Después de referirse a la raíz del bautismo, que es la muerte y resurrección de Cristo (1 Pe 3, 18), el autor desarrolla su interpretación alegórica sobre la figura y la gesta de Noé (3, 20 – 21).
El segundo tema, la conversión, es uno de los principales elementos del mensaje de Jesús con que comienza san Marcos el Evangelio (Mc 1, 15). No es una simple exhortación pragmática contra la injusticia o el legalismo. El ser humano todo – mente, corazón, actividad – debe responder con un cambio de ruta al Dios que lo llama.
Que todos los creyentes aprovechen este tiempo para retornar al camino de Dios y escuchen la voz de Cristo: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”.
Se puede orar con las palabras de la oración de la misa: “Concédenos, Dios todopoderoso, que por las prácticas anuales de esta celebración cuaresmal, progresemos en el conocimiento del misterio de Cristo, y traduzcamos su efecto en una conducta irreprochable”.
Que el amor y la misericordia del Señor Jesús permanezca siempre con ustedes.