Suicidio social

Estará usted de acuerdo conmigo en que el bien más preciado que tenemos como seres humanos es el de la salud. Sin salud lo demás pasa a segundo término, porque todo gira alrededor de ella.
Cuando hay enfermedades de por medio no se puede aspirar a la felicidad, propia ni de terceros, porque también impactamos a nuestros familiares. Afectamos, desde luego, nuestro ámbito laboral y todo aquello en lo que hacemos como personas.
Sin embargo, pareciera que ni nosotros ni el Gobierno estamos haciendo algo para preservar nuestro bienestar físico.
Le explico por qué: Cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), revelan que México acaba de convertirse en el país con mayor incidencia de diabetes en el mundo, producto principalmente de una mala alimentación y del sedentarismo.
Pero, además, el tema nos pega con más dureza a entidades fronterizas como Tamaulipas porque, de acuerdo con investigaciones científicas, la vecindad con Estados Unidos nos ha facilitado la adopción de pésimos hábitos alimenticios.
De hecho, la semana pasada me platicaba el cardiólogo, Salvador Facundo Bazaldúa, de lo alarmante de las estadísticas sobre muertes por infartos al miocardio en Tamaulipas. Me explicaba que, en los últimos cinco años los fallecimientos por esa causa se han incrementado hasta en un 40 por ciento. Es decir, cuatro de cada diez muertes en Tamaulipas se originan por problemas del corazón, que casi siempre van vinculados a enfermedades como la diabetes e hipertensión, que a su vez se originan de lo mal que nos alimentamos.
Honestamente, las cifras son para preocupar, para amedrentar.
Le cuento de todo ello no para inyectarle miedo sino para intentar hacer conciencia entre la sociedad y en el mismo Gobierno, de la urgencia de diseñar alguna estrategia que permita frenar esa especie de suicidio al que nos estamos sometiendo. Las cifras no mienten . Son contundentes.
Por ello, a usted, lo invito a que en lo individual haga lo propio educándose y educando a los suyos sobre el tema. Privilegiemos ese bien tan valioso que es el de la salud y démosle a nuestro cuerpo menos veneno en forma de alimento. De ello dependerá que vivamos muchos más años pero, sobre todo, con una buena calidad de vida.
Al Gobierno el llamado es para que se aplique en la implementación de una estrategia que eduque y alerte a la sociedad sobre la gravedad de la situación. Hay que trabajar más en la prevención para informar a los niños y jóvenes sobre los riesgos de adquirir una de esas llamadas enfermedades .
Paralelamente,hay que inyectar mayores recursos presupuestales para dotar a los tamaulipecos de suficientes y bien equipados hospitales que amplíen las posibilidades de sobrevivir a quienes sufren un infarto.
Cuando el doctor Bazaldúa me mostró las estadísticas sobre muertes y el “privilegiado” sitio mundial de México en incidencia de diabetes, me asustó. Honestamente así fue. Pero más me asustó el hecho de que me dijera que sólo aquellos que pueden costearse una atención privada son los que realmente tienen posibilidades de sobrevivir a un infarto.
Quienes solamente tienen como opción los hospitales públicos, sean del Gobierno estatal o del IMSS o ISSSTE, casi casi están desahuciados. En cambio, quienes pueden pagar un hospital privado su riesgo de morir es muy bajo. 
Por eso el llamado. Por eso la denuncia pública desde este espacio.

ASÍ ANDAN LAS COSAS
roger_rogelio@hotmail.com