Betelgeuse, la estrella que morirá como supernova
Desde que el hombre existe la estrella Betelgeuse ha estado suspendida en la constelación de Orión, también conocida como el Cazador. Siempre ha sido un grueso punto anaranjado en el hombro derecho de este arquero y una de los objetos más visibles en el firmamento. Por ello se ganó su nombre entre los inuit (Ulluriajjuaq), los persas (Basn) o los árabes (Ibt al-Jauzah), hasta que algo muy similar a su designación actual apareció en las tablas astronómicas de Alfonso X el Sabio, con la forma de Beldengeuze.
Pero Betelgeuse se está desvaneciendo. Desde octubre del año pasado su brillo ha caído tres veces, hasta alcanzar unos niveles nunca vistos en los últimos 150 años. No es extraño que su brillo cambie, porque es lo que se conoce como una estrella semi-variable, en la que la luminosidad sube y baja casi periódicamente, pero nunca ha sufrido un cambio tan drástico. Por eso, astrónomos de todo el globo se han lanzado a observarla, espoleados por el hecho de que Betelgeuse es una estrella condenada: está en la última fase de su vida y destinada a estallar en una supernova en algún momento entre hoy y los próximos 100.000 años.
«No creo que vaya a ocurrir pronto y, créame, espero no estar equivocado», ha dicho a ABC Miguel Montargès, astrónomo del Observatorio de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), quien teme ver morir una estrella que lleva estudiando desde 2011. De hecho, este viernes publicó una detallada fotografía de Betelgeuse que ha dado la vuelta al mundo. «Pero esto sería el evento astronómico del siglo, si no del milenio. Sería, sin duda, la supernova más cercana registrada en toda la historia». Por tanto, aunque no será la que más luz emita, sí que será la que más brillante se verá en el cielo, gracias a la distancia.
Desde finales del siglo XIX los astrónomos han observado decenas de supernovas lejanas en otras galaxias, pero las ocurridas en la Vía Láctea o en sus cercanías son más raras. A pesar de todo, la Historia ha registrado muchas de ellas. Los astrónomos chinos dejaron constancia de una veintena; en el año 1006 una supernova muy brillante, situada a más de 7.000 años luz, se pudo ver en grandes áreas del planeta; y ya en 1987 se observó la última de las supernovas «cercanas», ocurrida a 168.000 años luz.
El astrónomo Miguel Montargès
Pero la supernova de Betelgeuse ocurrirá a solo 700 años luz. Será tan brillante que saturará todos los instrumentos actuales. Según los cálculos de los astrónomos, la explosión creará un punto luminoso en el cielo tan brillante como la Luna llena, que hará que los árboles proyecten sombras por la noche. Permanecerá en este estado durante más de tres meses, se verá durante el día durante un año y harán falta dos años más para que, finalmente, la supernova deje de ser visible. Entonces, Betelgeuse desaparecerá de la constelación de Orión para siempre.
«No sería la primera vez que vemos una supernova, pero sería con mucho la más cercana nunca vista», ha explicado a este periódico Daniel Brown, responsable del Observatorio de la Universidad Nottingham Trent, en Reino Unido. «Nos daría una enorme cantidad de información y podríamos observar una supernova en acción». Si hasta ahora se ha podido ver los restos que dejan las supernovas cercanas, esta explosión permitiría ver todo el proceso desde el comienzo y, además, desde una distancia mínima en términos astronómicos.
La pregunta no es si esto ocurrirá o no, sino cuándo y si podremos presenciarlo. Desde hace meses, varios grandes telescopios están examinando la superficie de la estrella para tratar de averiguarlo. Este mismo viernes Miguel Montargès publicó los resultados de unas observaciones de emergencia en los que se puede ver cuál el aspecto actual de la estrella. En comparación con una imagen tomada hace un año, Betelgeuse ha experimentado un notable oscurecimiento, que sitúa su brillo actual en un 36%. Además, la parte inferior derecha de su disco está abombado, como se ve en la imagen, bajo estas líneas.
Betelgeuse no es como el Sol. Ella hace honor a la frase «Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver», de la película «Knock on Any Door». Nació hace «solo» 8 u 8,5 millones de años, en comparación con los 4.500 millones del Sol, con el «aspecto» de una gigante azul. Pero ha consumido su combustible tan rápidamente, que ya se está extinguiendo, por lo que se convirtió en estrella supergigante roja en el último millón de años.
«Las estrellas son fruto de una batalla entre la gravedad -generada por su propia masa- y la energía emitida por las reacciones nucleares en su interior», ha dicho Eva Villaver, profesora en la Universidad Autónoma de Madrid experta en la muerte de las estrellas. Cuando las estrellas agotan su combustible, la energía que emiten cae en picado y la gravedad acaba venciendo: «Entonces, el núcleo de la estrella colapsa en cuestión de minutos».
Se produce una violenta implosión, que en estrellas como Betelgeuse se detienen al llegar a una densidad concreta. Entonces, el núcleo «rebota» y la estrella se expande con un gran estallido, arrojando el material de las capas externas al espacio interestelar y disparando reacciones de fusión nuclear que crean plomo y oro.
En un segundo, este estallido libera más energía que el Sol en toda su existencia. El resultado final es una de las explosiones más potentes del universo, una supernova, tan brillante como toda una galaxia. De Betelgeuse quedará una estrella de neutrones, de menos de 20 kilómetros de diámetro, y una inmensa nebulosa, que se expandirá durante milenios. En esta nube de « polvo de estrellas» brillarán los elementos químicos que hoy forman parte de la Tierra y los seres vivos.