Silencio millonario

Terminaron las precampañas e inició, a partir de este 12 de febrero, el llamado periodo del silencio.
Por disposición de ley, hasta el 29 de marzo próximo, los precandidatos no podrán hacer pronunciamientos o encabezar actos de proselitismo, por mínimos que sea.
Quienes violen dichas disposiciones pueden recibir sanciones, que van, desde una amonestación y multa, hasta la pérdida del registro.
Es así porque se supone que la intercampaña está destinada para que los partidos políticos diriman sus diferencias internas y definan a sus candidatos.
No sé a usted, pero a mí me parece un absurdo, una aberración, el diseño del proceso electoral en México.
Para empezar, las llamadas precampañas son en realidad campañas disfrazadas.
Y es que, la ley dice que la actividad y pronunciamiento de los precandidatos en ese periodo debe ir dirigida a la militancia de sus partidos para obtener su apoyo, pero en la realidad el diseño de los spots va dirigido a toda la sociedad.
Lo único que los hace diferentes con los actos de campaña es el estribillo que le colocan en su final a cada spot, donde precisan que, “va dirigido a los militantes del partido”.
Vistas de esa forma las cosas, le insisto: las llamadas precampañas son una auténtica simulación que, lamentablemente, es promovida por la misma autoridad electoral.
Luego viene el espacio del silencio, que es el comprendido entre el final de las precampañas y el comienzo de las campañas el 30 de marzo.
Como le explicaba, este periodo tiene como fin el que los partidos definan de entre quienes se registraron como precandidatos, al mejor perfil para ser el candidato.
No obstante, en la mayoría de los partidos ese proceso de definición es una farsa, porque en casi todos, por no decir que todos los institutos, es el dedazo quien define a los candidatos.
¿O alguien cree en la democracia interna de los partidos? Por supuesto que no. Las candidaturas se definen por intereses de grupo, por cuatachismo o compadrazgo, pero nunca, jamás, por las aptitudes o virtudes del aspirante.
El problema más grave de todo es que, en ese lapso de precampañas y la etapa del silencio, se derrochan miles de millones de pesos, porque es el Gobierno mismo quien, usando nuestros impuestos, subsidia la actividad de los precandidatos y sus partidos, o en su caso de los independientes.
Desde luego que se trata de un hecho repudiable, porque por ningún lado existe un beneficio ciudadano y en cambio la afectación social es terrible por el gasto multimillonario que implica el subsidio del proceso electoral.
Es en temas como éste donde los partidos políticos y el Gobierno deberían estar trabajando. Es urgente encontrar un modelo de elección que nos cueste menos y que dé mejores resultados.
Hay quienes proponen, y me sumo a ellos, eliminar las precampañas, para lo cual lo más sano sería acortar el proceso electoral. Sería lo ideal. ¿O usted qué piensa?

ASÍ ANDAN LAS COSAS
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