Mensaje de muerte

La contaminación ambiental en la Ciudad de México y entidades como Querétaro, se ha convertido en un asunto de vida o muerte.

Es cierto que, hasta el momento se no ha reportado una sola muerte asociada al fenómeno, pero especialistas médicos advierten que si la contingencia se prolongara por periodos más largos, las consecuencias serían fatales.

La semana pasada, durante los días críticos de la contaminación en la Ciudad de México, hubo reportes de personas que comenzaron a sangrar por boca y nariz, por la inhalación de bacterias en el ambiente.

Hasta hace algunos años las escenas vistas hubieran parecido sacadas del guion de una película fantasiosa.

Solamente en una cinta de ficción nos habríamos imaginado a familias encerradas en sus casas para evitar respirar el aire contaminado. No hubiéramos esperado ver a personas caminando por la calle usando mascarillas, en algunos casos del tipo industrial.

Pero no. No fue una película lo que se vivió en esas dos entidades. Se trató de realidad pura.

Le cuento de ello porque, en lo personal me parece que la naturaleza nos está mandando un mensaje de vida o muerte. Es un mensaje para que hagamos algo urgente como sociedad, que permita frenar ese terrible daño que le estamos haciendo al medio ambiente.

Habrá seguramente quien piense y diga que, en entidades como la nuestra estamos muy lejos de enfrentar algo similar a lo que viven los capitalinos y queretanos.

Se equivocan aquellos que así lo crean.  El desordenando crecimiento del parque vehicular, producto de la corrupción que permite el ingreso indiscriminado de unidades “chatarra” proveniente de Estados Unidos, y la tibieza con que las autoridades competentes regulan el impacto contaminante generado por la industria, son hechos que tarde o temprano tendrán su consecuencia en la sociedad.

Hace algunos días le decía aquí mismo, que no hay ciudad en el mundo que resista un crecimiento tan acelerado de vehículos circulando, y muy pronto nos daremos cuenta de ello.

Por otra parte, los mismos Gobiernos se han encargado de poner su granito de arena en el deterioro ambiental. Basta recordar las cifras oficiales que revelan que apenas un 30 o 40 por ciento de las aguas residuales son tratadas.

Eso significa que un 60 o 70 por ciento de aguas negras son arrojadas a cielo abierto, y en el peor de los casos a ríos, arroyos, lagunas o el mar.

Con una población cada vez más creciente, ¿usted cree realmente que la naturaleza no nos cobrará la factura?

Ojalá y que haya quienes entiendan los riesgos a que nos enfrentamos como sociedad y que encabecen una auténtica lucha por la defensa del medio ambiente, en la que participemos tanto ciudadanos como autoridades.

No le exagero cuando le digo que, si no hacemos algo pronto, lo vamos a lamentar.

Le insisto: basta con voltear hacia la Ciudad de México  y Querétaro, para darnos cuenta de que no estamos ante una película de ficción, sino de una realidad contundente.

 

ASÍ ANDAN LAS COSAS

roger_rogelio@hotmail.com

 

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