“Don Chuy” nos desnudó a todos

Mi amigo y compañero periodista, Marco Antonio Vázquez, publicó ayer un excelente artículo sobre el drama que protagonizo Jesús Garza Rodríguez, un victorense de 50 años de edad, quien luego de casi dos horas de amagar con suicidarse se lanzó al vacío desde la azotea de un segundo piso en el 13 Bulevard “Praxedis Balboa” de la capital tamaulipeca. Afortunadamente el hombre solo sufrió unos rasguños.



Estoy de acuerdo completamente con la reflexión que Marco hizo al respecto. Solo le reescribo dos párrafos de su columna:



“La verdad es que esta sociedad se reflejó tal cual, está enferma de atar, mención aparte los políticos mediocres que aprovecharon el tema para hacer mofa de un asunto tan serio como es la vida de una persona.



La situación nos pinta como realmente nos están dejando estas condiciones en las que vivimos, ésta cercanía con el asesinato y la tragedia, estamos deshumanizados, sin sentir la menor pena por la muerte de una persona y hasta riendo a carcajadas porque un hombre intenta matarse”.



Efectivamente, como dice Marco, el drama que protagonizo “Don Chuy”, nos desnuda como sociedad. Nos pinta como ciudadanos insensibles, morbosos, valemadristas, carentes del mínimo sentido de solidaridad. Seguramente a muchos de quienes hicieron “choteo” del hecho les falto preguntarse si habrían actuado igual en caso de que el conflictuado hubiera sido uno de los suyos.



Pero hay otra verdad que dejó desnuda la historia de “Don Chuy”: la falta de preparación que padecen las corporaciones de auxilio en los tres ámbitos de Gobierno para atender este tipo de emergencias.



Ninguna instancia u organismo de auxilio fue capaz de asumir el mando o control de la situación para tratar de sacar a “Don Chuy” de la crisis en que se encontraba.



Ahí había de todo: elementos de Protección Civil del Estado, Bomberos municipales, paramédicos de la Cruz Roja, Policías Estatales y hasta Militares, pero a ninguno de ellos se les ocurrió poner orden en el lugar.



El sentido común indicaba que había que acordonar el área para evitar el acercamiento de curiosos que en vez de tratar de disuadir a la víctima lo incitaban, cruelmente, a que se arrojara al vacío.



Casi dos horas que duró el desenlace de aquel episodio fue tiempo suficiente incluso para que alguien hubiera acercado a expertos en psicología que trataran de tranquilizar al hombre. Pero nadie lo hizo.



Afortunadamente el desenlace no fue trágico porque al final, aunque “Don Chuy” se arrojó al vacío, no consiguió su propósito de muerte. Qué bueno que así fue. Pero ojalá y que las autoridades aprendan de la experiencia vivida.



Esperamos que las corporaciones de auxilio se den a la tarea de capacitar a sus elementos en estos temas. Sería lamentable y reprochable que una historia similar se repitiera y que siguiéramos viendo las mismas carencias de acción que enseñaron con “Don Chuy”.

¿Sale?



ASÍ ANDAN LAS COSAS



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