Chiflazón sindical

“Ya no le podemos recibir la documentación. Ayer era el último día para hacer el trámite. Tendrá que esperarse hasta enero”, me dijo muy oronda, ayer, una empleada municipal en Ciudad Victoria.

¿Pero por qué la disposición, si ustedes salen de vacaciones hasta la próxima semana?, me atreví a preguntarle a la señora burócrata, quien antes de contestarme con un, “no sé los jefes”, dibujó una sonrisa en su rostro.

“Es que los que somos sindicalizados salimos de vacaciones desde el viernes porque ese día tenemos nuestra posada, y los que se queden no van a poder sacar tanto trabajo”, remató en su contestación.

Insatisfecho e incrédulo con la justificación a tamaña disposición, opté por acudir ante el titular de la Dirección de Desarrollo Urbano, Medio Ambiente y Transporte. Quise preguntarle a José Antonio Carbajal López, que me explicara el fundamento legal para que una fiesta sindical fuera razón suficiente para paralizar las actividades de una instancia tan importante para la sociedad.

En ella se tramitan licencias de construcción,números oficiales, dictámenes de alineamiento de calles, y otro amplio catálogo de asuntos de interés ciudadano.  

“Está en reunión. Ahorita lo atiende”, me dijo su secretaria. El hombre tenía la puerta abierta, y su reunión, por las carcajadas que escapaban del privado, era en realidad un encuentro de amigos y amigas.

“Le puede decir al director que solamente le voy a robar dos minutos en su reunión tan importante”, le pedí nuevamente a la Secretaria, que evidentemente captó el sarcasmo. Me pidió que le explicara a ella mi asunto. Se lo dije. Entró al despacho, y ahora sí cerró la puerta. Regresó y me pidió acompañarla a la ventanilla de la empleada sindicalizada: “aquí le van a recibir su documentación”, me indicó.

Y sí, a partir de ahí todo fluyó rápido.

Pero ¿y el resto de los ciudadanos que no se quejan o no protestan?

Le cuento la historia con un solo afán: evidenciar los atropellos y los excesos que se cometen contra la sociedad al amparo del llamado sindicalismo.

Amparados en lo que ellos llaman conquistas laborales, los sindicatos, sobre todos los que tienen como patrón a los Gobiernos, han creado en sus agremiados la cultura de la flojera, de la prepotencia, del abuso.

“A mí no me hacen nada porque soy sindicalizado (a)”, escucho con frecuencia a burócratas de todos los órdenes de Gobierno, para justificar sus llegadas tardes a sus centros de trabajo, para ausentarse, o para simplemente tratar con altanería al ciudadano que acude ante ellos a realizar un trámite.

Y le aclaro: el mal es generalizado. No es propio de Victoria o de Tamaulipas. Ocurre en todas las entidades y en todos los municipios del país. En cualquier oficina burocrática siempre hallará un sindicalizado chiflado.

Pero déjeme y le digo que el problema se ha generado por la tibieza de los Gobiernos para actuar. Sabedores de que el sindicato les puede servir en un apuro electoral, los patrones les toleran los excesos y hasta los premian con concesiones tan absurdas, como la de regalarles un día vacacional para que hagan su pachanga navideña.

La pregunta es: ¿y dónde quedamos los ciudadanos?, ¿a nosotros quién nos protege o nos defiende?

 

ASÍ ANDAN LAS COSAS

roger_rogelio@hotmail.com